Miguel Anxo Bastos Boubeta
O declínio do aforro
En la cercanía de la Navidad en muchos hogares, iglesias y plazas se instala el belén, el “admirable signo” del pesebre, en palabras del papa Francisco, que es como un Evangelio vivo que surge de las páginas de la Sagrada Escritura.
En la Plaza de San Pedro, en el corazón de la Iglesia, está a punto de inaugurarse un belén de tradición napolitana diseñado y desarrollado en la diócesis italiana de Nocera Inferiore-Sarno, en la región de la Campania, donde se custodian los restos mortales de san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), autor del célebre villancico “Tu scendi dalle stelle”. Sin ese villancico, decía Giuseppe Verdi, no habría Navidad. En el pesebre, un pastor con los rasgos de san Alfonso interpretará al clavecín esa composición. El obispo de la diócesis, que agrupa trece municipios de las provincias de Salerno y Nápoles, ha expresado que “el belén no debe ser un mero objeto religioso, sino una provocación a renovar la atención hacia la creación, hacia el territorio, hacia el propio lugar en la sociedad”. En el Aula Pablo VI, también en el Vaticano, se podrá contemplar un nacimiento que resalta, durante el Adviento, la figura de la Virgen María embarazada y, en Navidad, la de la Virgen adorando al Niño recién nacido. Por su parte, la columnata de Bernini alberga la exposición internacional, organizada con motivo del Jubileo, “Cien belenes en el Vaticano”, con nacimientos que provienen de treinta y dos países.
Cada belén es, como señalaba también el papa Francisco, un ejercicio de “fantasía creativa”, con guiños a los paisajes de la propia tierra y a los problemas que preocupan en cada momento de la historia. Pero el paisaje original es, por antonomasia, el de Belén de Judá, donde nació Jesús. San Francisco de Asís, al volver de Tierra Santa, vio en las grutas de Greccio, en el valle Reatino, un reflejo de esa ciudad de Palestina. Dante dice en la “Divina comedia” sobre el santo de Asís: “Nacióle un sol al mundo”, pero para san Francisco el verdadero Sol, la auténtica luz, resplandecía en el pesebre de Belén, con el heno, el buey y el asno, que él recreó en Greccio en la Navidad de 1223. Cuenta un cronista franciscano que las personas que llegaron a ese belén viviente mostraron, frente a la escena de la Navidad, una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado.
El paisaje de Judá inspira, asimismo, la exposición “Camiño a Belén” instalada por el Ayuntamiento de Vigo en la “Casa das Artes”. La muestra abarca casi doscientas figuras y ocupa más de doscientos metros cuadrados. Ha sido elaborada por la Agrupación Belenista La Morana y modelada por el escultor José Luis Mayo Lebrija. En el folleto informativo de este hermoso belén monumental se puede leer que la exposición “con la luz, la música y la ambientación, nos traslada a la noche en la que nació Jesús y nos habla de las costumbres, oficios, arquitecturas y paisajes de la Judea de Herodes el Grande en el siglo I con alguna licencia local, pues el patrimonio de Vigo y la cultura popular gallega se integran en algunas de las escenas para sentir como propios aquellos instantes que vivieron con profunda emoción los pastores y los Magos de Oriente”.
Para san Francisco, la Navidad era “la fiesta de las fiestas”, la fiesta del corazón, en la que, contemplando al Niño, la fe se transforma en amor. El santo de Asís descubrió, de este modo, con una profundidad completamente nueva la humanidad de Jesús. Ojalá que, evocando el paisaje de Belén, podamos hacer nuestro este descubrimiento para que brote también en nosotros la alegría.
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