Juan Pina
El peligroso alcalde de Nueva York
La natalidad no se está hundiendo: se ha hundido y ya se pueden constatar los resultados. Este año, un 50 por ciento más de plazas de infantil y primaria se han quedado vacantes. Y lo que vendrá, a medida que se vayan incorporando los nacidos en los últimos cuatro años, cuando la caída se acentuó. Dicen los expertos en demografía que, negando las predicciones malthusianas, la población mundial continuará creciendo hasta 2080 y a partir de ahí iniciará un descenso sin fin, hasta el punto de que en 2100 habrá perdido 700 millones de habitantes, un declive del 6 por ciento. Los más pesimistas mantienen que por este camino sin retorno se llegará finalmente al último humano a través del decrecimiento inevitable. El profeta Malthus nos había anunciado a principios del siglo XIX la llegada de un infierno de superpoblación y hambruna creciente, pero ha sido justamente al revés.
De momento, Galicia va por el camino y en 2024 fue la comunidad con peores datos demográficos: en la que hubo menos nacimientos y también donde el saldo vegetativo fue más negativo. Esto mismo se trasladó a Vigo: el municipio con la peor diferencia entre nacimientos y fallecidos y con la cifra más baja de partos de la serie histórica, desde que hay datos fiables, en los años cincuenta. Nunca hubo menos niños y el futuro inmediato no va a cambiar por múltiples razones, entre ellas también las económicas. Aunque no solo, hay otros motivos sociales y culturales cada vez más enquistados, e incluso la letal doctrina del decrecimiento gana seguidores. Pero la economía importa. El año 2007, cuando culminó el mayor ciclo alcista del siglo XXI, hubo más partos en Vigo que antes y después, un 60 por ciento por encima de 2024. Nada indica que 2025 vaya a ser mejor, sino como mucho igual de malo que los últimos. A cambio, hay el doble de perros que en 2007.
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