Opinión

El timo del jubilado

Generalmente en nuestras nóminas, nos interesa mas que nada la cantidad liquida final a percibir, una vez llevadas a cabo todas las deducciones habidas y por haber del “bruto”, de cuya diferencia con el neto solemos olvidarnos, pues nos parece algo perdido que en nada nos repercute, lo cual es un error en el que no deberíamos incurrir, ya que además de nuestra contribución al bienestar y a la construcción del país, algo fundamental en otros lares, pero que aquí parece no mover a nadie, está nuestra seguridad social y nuestra jubilación, algo que algunos ven muy lejana, pero para quienes ya estamos en ese estado de júbilo permanente por el que todos, en el mejor de los casos, habrán de pasar, se nos antoja fundamental.
Nuestro sistema, al respecto, no se debe a la posible capitalización y rendimiento de lo cotizado a lo largo de nuestra vida laboral, como si fuera un plan de pensiones, sino a unas cantidades establecidas en función de distintos parámetros, a las que habrán de atender los cotizantes de hoy en todo momento, algo que puede tener sus ventajas, pero que también tiene graves inconvenientes, sobre todo en momentos como los actuales en los que hay mas jubilados y menos ocupados para soportar las pensiones, o en previsiones futuras, en las que se espera que aumente aun más el número de jubilados y que las prestaciones de los activos no lleguen para cubrir las previsiones, de ahí el consejo de suscribir planes de pensiones privados para, llegado el día, completar las prestaciones.
El impuesto fundamental que posibilita todo ello es el IRPF o impuesto al rendimiento de las personas físicas, que grava fundamentalmente, como hecho imponible, las rentas obtenidas del trabajo de las personas, de sus actividades económicas, de pérdidas o ganancias patrimoniales y del capital, algo que ha de acompañarnos a todos, a los efectos de conseguir finalmente las necesarias prestaciones de jubilación.
Hasta aquí, nada, o casi nada que objetar, pero a partir de ahí el asunto se complica y se inicia lo que podríamos llamar “el timo del jubilado”. Cumplimos la edad reglamentaria, y el Estado empieza a pagarnos nuestra pensión de jubilación, pero como ya somos perros viejos, no nos quedamos en el líquido solamente, sino que descubrimos que en diferencia con el “bruto”, aparece de nuevo el IRPF.
Veamos: Si yo contrato un plan de pensiones privado, estoy acumulando un capital mobiliario, que a la hora de ir cobrando lo haré pagando por ello el impuesto de capitales mobiliarios, no el IRPF, pues no estoy sacando rendimiento a trabajo alguno por ello, incluso el impuesto irá reduciéndose tan pronto vaya agotando dicho capital. ¿En que se diferencia de ello la pensión por jubilación que cobro del Estado?. El concepto es el mismo, pues el Estado no me paga por llevar a cabo un trabajo, sino en compensación por haberle pagado ya el IRPF cuando trabajaba, de manera que ahora me aplica una doble imposición, algo no permitido en nuestro Estado de Derecho.
Lo correcto, si en mi plan privado me cobra el impuesto de capitales mobiliarios, en función del capital acumulado, haga aquí lo mismo pero, ¿sobre que capital?. El asunto es sencillo: Si suponemos que las actuales estadísticas de fallecimientos, dan la cifra media de los 85 años y yo me he jubilado a los 65 (20 años), con multiplicarlos por la cantidad anual a percibir, ya sabemos el capital sobre el que aplicar el impuesto que, lógicamente, cada año irá bajando en una anualidad y si pasamos de los 85, cada año en la cantidad anual correspondiente.
El resultado final es que los jubilados cotizarían por el impuesto que realmente le corresponde, tendrían un “neto” mas alto, con mayor capacidad de consumo, cotizando con ello mayores impuestos indirectos y no se verían sometidos al timo de gravarles dos veces con el mismo impuesto, por el trabajo cuando lo tenían, y otra vez de nuevo por un trabajo que ahora se les niega.
¿Qué pensará de todo ello ese tribunal nombrado por los partidos para velar por la constitucionalidad de sus ocurrencias, siendo la práctica totalidad unos jubiletas?
Mientras tanto, los políticos, en lugar de tener que cotizar al menos 35 años para obtener su pensión de jubilación, como todo hijo de vecino, les llega con (¿trabajar?) durante 7, obtener la pensión máxima, sueldos varios aparte, y tener libres de impuestos entre un 40-75% de sus ingresos. Valga como ejemplo conocido y publicado, Dolores de Cospedal, quien en 2011, con un neto de cerca de 150.000 euros al año, pagó escasamente un 2% de impuestos, superando con ello todas las marcas establecidas hasta el momento por insignes colegas de similar caradura (perdón, catadura).
Pues bien, yo no pienso votar a quien mantenga el timo del jubilado, ni a quien mantenga los privilegios de una clase de mediocres, que no disfruten los españoles que han cotizado toda su vida, simplemente porque ellos tienen la sartén por el mango, se lo guisan, se lo comen, se cachondean de nosotros y para mas INRI, en nombre de su entendida democracia, y de un sistema, convertido ya en una feria, están dispuestos a valerse para sus mamandurrias, de todo tipo de argucias y de no salir de este circulo vicioso.
Si ha de ser así, a la feria y juguemos todo a ello: ¿Qué hay de lo mío?, ¿Quién me da más?, ¿Quién me impone menos?... y ahora, ¡Hala! A mentir como bellacos, para luego volver a las andadas, nosotros a tragar y vuelta a empezar.

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