Opinión

La sonrisa, único requisito

Se acercan unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo, ahí donde se decide lo principal de nuestras economías.
España, como siempre ha hecho, se dispone a enviar a Europa a los desechos de nuestra política nacional, a aquellos a los que hay que buscarle un sitio, que estorban, o a los que hay que pagarle los servicios prestados. Entre ellos, el PSOE, en un “más difícil todavía” de sus veleidades, coloca (digitalmente, por supuesto) como número 10 de la lista al inefable Pepiño Blanco, el que paraba el coche en la gasolinera pero no ponía gasolina, el que al parecer pasó de servir cafelitos a los capos del partido, a super ministro anexo al lumbrera de Zapatero, para demostrar entre ambos al país que cualquiera, sin la menor preparación en su caso, puede aspirar a lo más alto en aplicación de eso que, en la mas absoluta ignorancia, seguimos llamando democracia. 
El personaje en cuestión, ha conseguido además que nadie ose investigar como,  sin tener carrera alguna y sin conocérsele un mínimo currículo como profesional de prestigio de ninguna disciplina, ni sueldos ajenos a la política, ha sido capaz de construirse un chalet de lujazo en una urbanización de manda carallo, o un ático en la isla de Arosa al lado del mar, o educar a sus hijos en colegios de habla inglesa, etc.
Ahora, tras las recientes declaraciones del director de Mantenimiento y Explotación del ADIF sobre los cambios que, para abaratar el proyecto, finalmente redujeron las prestaciones de seguridad en la línea Santiago-Orense del AVE, que achaca tal barbaridad a las altas responsabilidades del ministerio donde el tal Pepiño era su máximo responsable, vuelve a tener de nuevo serias posibilidades de sentarse en un banquillo y es ampliamente recusado por las victimas del gravísimo accidente de todos conocido.  
Para los vigueses ha sido uno de los mayores desastres de la política reciente, ya que durante su mandato al frente de Fomento, no solo no fomentó nada para Vigo, sino que nos mintió miserablemente con lo del AVE por Cerdedo, y con lo del Puerto Nodal que al final decidió llevarse a La Coruña, condenando al puerto de Vigo (nuestra principal baza) a la segunda división sin posibilidades de ascenso alguno.
 Pues bien, si los votantes no deciden permanecer en la inopia, este pollo, con todo su bagaje, nos representará en Europa, sin hablar idioma alguno más que el español, y de aquella manera (el conceto), sin ser experto en nada pero con serias sospechas a sus espaldas, tras unas elecciones para las que no se requiere ninguna virtud (para ser ordenanza en la Xunta es preciso aprobar unas oposiciones), nombrado a dedo, ganando un pastón, viajando de clo-clo y con la única misión de sonreir al resto del colegueo europeo, ya que ni entenderá, como tantos otros, lo que le intenten contar en los pasillos, donde se cuece la política, ni él podrá dirigirse a nadie para esos menesteres. El típico resultado de nuestra paupérrima democracia, que no obstante pagamos como si lo fuera.
El problema es que no acaba ahí el asunto, pues según nos confesaba un grupo de parlamentarios europeos en una visita llevada a cabo hace unos años a Bruselas, el principal problema de España, que por supuesto aquí nadie comenta, es que como país carecemos de soberanía en la mayor parte de los asuntos a tratar, ya que las competencias las hemos traspasado al nefasto invento de las autonomías que, lógicamente, no están representadas en Bruselas, donde la presión en defensa de nuestros intereses como país, acaban ejerciéndola los clusters y los bufetes de presión que actualmente son legión en la capital europea. Así las cosas, en el supuesto de que tengamos que obsequiar a Europa con la inestimable presencia de Pepiño, su carencia de instrumentos de comunicación quizá no sea tan grave, ya que tampoco casi nada puede decidir y a pocos engañar, de manera que sus ocurrencias puede que no pasen de la pura intención.
Pero el ejemplo de Pepiño, como el de tantos otros, no es más que el reflejo de una burla indignante de cómo entendemos la democracia en España, concurriendo a Europa, a la cocina donde se cuece la economía que ha de afectarnos a todos, con unas listas de ámbito nacional en las que el capo de cada partido decide quienes van, en que orden y quienes van a salir o no en función de colocarlos en los lugares de salida. Así un ciudadano de Vigo, simpatizante (en este caso) del PSOE, ha de votar una lista en la que el único al que conoce resulta ser un personaje que ha engañado y masacrado a su ciudad, como única opción a sus querencias, pues no puede votar al resto excluyendo al pollo en cuestión, y menos hacer una lista por sí mismo en función de preferencias mas sólidas, y todo ello para acabar oyendo que los ya nombrados de forma digital de antemano, son el resultado de la voluntad popular. 
Tiene tela el asunto, y tan es así, que si las tesis republicanas triunfasen, con esta pantomima de organización que seguimos empeñados en llamarle democracia, el tal Pepiño podría optar perfectamente, si el capo de su partido lo decidiese, por supuesto con el voto de quienes no les es dado optar por otras alternativas, y por alianzas entre perdedores, a presidente de la III República Española. Es un problema de “conceto”.
Lo dicho, para representar a España en Europa, la sonrisa como único requisito.

Te puede interesar