Opinión

Presidente

España pasó de una dictadura a una democracia: Falso.
Adolfo Suárez, Vicesecretario General del Movimiento, nombrado Presidente por la persona designada por Franco para ocupar el trono de una nueva monarquía, llega al cargo a instancias del Secretario General del Movimiento Torcuato Fernández Miranda, el arquitecto de la transición,  designado para la solemne misión de instaurar la democracia en España. Los tres eran hombres de Franco, pero la historia ha acabado por demostrar el acierto del nombramiento, entonces incomprendido por la casi totalidad del país. Torcuato Fernández Miranda, no se equivocó.
Algunos, ingenuamente, esperábamos además que, muerto Franco, el Rey restaurase la monarquía en la figura de su padre. Vana esperanza y profundo desconocimiento de la figura del Borbón. 
Adolfo Suárez, sin embargo, puso los cimientos de lo que quizá algún día llegue a ser una democracia en España. Fue un hombre valiente, que dio unos pasos que nadie se hubiera atrevido a dar en aquellos momentos. Dialogante, respetuoso con el adversario, siempre en la cuerda floja entre la extrema derecha, la extrema izquierda, una derecha vergonzante, una izquierda apresurada y un centro cargado de oportunistas, con militares y comunistas azuzando permanentemente, con el terrorismo lanzado en rio revuelto, un rey débil y vacilante y un pueblo esperanzado e ilusionado, pero sin la menor cultura democrática.
Su figura durante el 23F, sentado, firme, sereno, solo alterado en pro de la defensa de su amigo Gutiérrez Mellado, mientras otros besaban el suelo culo en pompa, al tiempo que el orquestado golpe de Estado desde las alturas se les iba de las manos, estará en la imagen colectiva de todos los que, asombrados y confusos, vivimos aquellos momentos.
En la mas pura ortodoxia de matar al mensajero, rodeado de canallas que ahora cantarán sus loas, acaba dimitiendo, traicionado por el de siempre y por los suyos, deja un trabajo de una densidad descomunal, al haber sembrado en pocos años el árbol llamado a ser la democracia en España, un árbol que nadie ha vuelto a regar, que ha servido de aliviadero para tantos y que desde entonces no ha dado ni un fruto más, enfermo de todo tipo de plagas y a quien hoy ya el pueblo, teóricamente soberano, pide  el paso por una poda extrema, el tratamiento con nuevos abonos y un cuidado en manos mas respetuosas, y mas amantes de lo que ese árbol estaba destinado a significar. 
No ha fallado la obra de Suárez, pues puso de su parte mucho mas de lo que nadie hubiera podido esperar, ni le era dado pedir. Obviando la figura de Leopoldo Calvo Sotelo, por escasez de tiempo para continuar nada, de los cuatro presidentes posteriores (tanto diestros como zurdos), ni uno solo de ellos profundizó lo más mínimo en la consecución de dotar a España de una verdadera democracia, mas bien al contrario, dando pasos todos ellos en dirección opuesta, alejando cada vez mas al pueblo del poder, potenciando la organización mafiosa de unos partidos ajenos absolutamente al fenómeno democrático, ejerciendo siempre un poder que no les corresponde, de forma absolutamente dictatorial, controlando todos los demás poderes del Estado desde una única mano, designándolo todo de forma ajena a voluntad alguna que no sea la del líder de cada partido.
Quizá la pregunta sería el cuestionar lo que pudiera estar pensando Suárez del resultado de su obra y de sus supuestos continuadores, si su cruel enfermedad se lo hubiera permitido. 
Confieso que, junto a la imagen del 23-F, hay otra que para mí representa mucho a cerca de la figura del Presidente, y no es otra que la fotografía captada por su hijo en la que marcha de espaldas al lado del Rey, un rey que le pasa la mano por el hombro, pero al que Suárez, afortunadamente, ya no reconoce, un Suárez que se aleja, de espaldas a nuestra desesperanzada realidad política de llegar algún día a vivir una auténtica democracia, en la que sea normal lo que en la calle es normal, donde los necesarios pactos a favor de los intereses de los ciudadanos estén por delante del constante enfrentamiento a favor exclusivo de los intereses partidistas y en contra del progreso de España. Una país en el que finalmente el poder acabe residiendo en el pueblo, y no en tanto mangante y en tanto hipócrita al servicio de la permanente mentira con la que se ha engañado a un ciudadano que, un día se esperanzó ante el proyecto de un Presidente que jugándoselo todo, intentó hacer de este país de canallas una democracia plena, admirada y respetada, donde los españoles, cada uno y por su directa participación, pudieran sentirse dueños de su destino.
Hasta siempre Presidente.  

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