Opinión

La mosca detrás de la oreja

Si las ciudades tienen su signo zodiacal, no cabe duda alguna de que Vigo es Escorpio, pues en su natural está el clavarse el aguijón, cada vez que alguien da un paso para hacerla progresar.
Los ejemplos en materia de urbanismo son inagotables pero hay, al menos, cuatro de ellos donde se dan unos paralelismos asombrosos, a la vez que canallas en exceso: Panificadora, Bodegas Bandeira, Barrio del Cura y Colegio Cluny.
El procedimiento ha sido siempre el mismo: El Plan General en vigor en cada momento (la ley), aprobada por los representantes de los vigueses, permitía derribar lo existente y en su lugar emprender nuevas construcciones acordes al Plan. Siendo así y suponiendo (ingenuamente) que estábamos en un Estado de Derecho, el promotor de turno adquiría el solar para llevar a cabo un proyecto, generalmente comercial y de viviendas ajustado a la legalidad vigente. El concejal de urbanismo de entonces, bien de Esquerda Galega (en los casos de Panificadora y Bandeira) o del Partido Socialista (en los del Barrio del Cura y Cluny), esgrimía el “razonamiento” clave para la izquierda mas casposa y decimonónica que se asentaba (y se asienta) en la ciudad, ¡especulación!. Ante esa consideración, el Estado de Derecho cesaba automáticamente y en su lugar el “responsable” de entonces, confeccionaba a toda prisa una moción a votar en Pleno, para que el edificio a demoler fuera considerado “a conservar”, e incluido como tal en el catalogo correspondiente, lo que impedía derribar y llevar a cabo otra cosa que no fuera la conservación del edificio. Para ello se buscaba un par de técnicos que certificasen las virtudes del edificio, aunque fuese un mamotreto sin el menor interés (ninguno de los cuatro lo tiene), y se mataban dos pájaros de un tiro: se llevaba a la ruina al vil promotor que pretendía la osadía de invertir en la ciudad y crear con ello riqueza y puestos de trabajo (el resentimiento de la izquierda viguesa pocas veces ha tenido límites) y el “responsable” quedaba ante el populacho como un defensor a ultranza de las virtudes edilicias de la ciudad: puro terrorismo administrativo, sin la menor incidencia penal, aunque de consecuencias nefastas en cuanto a la consideración que la ciudad tiene ya para cualquier inversor, el saber que invariablemente va a tener que luchar a brazo partido contra el propio ayuntamiento, quien no solo no le ayudará, sino que acabará poniendo toda la carne en el asador para que tal inversión no se lleve a término (puro Escorpio), salvo “intereses” de causa mayor.
Llevo años defendiendo que ni Panificadora tiene el menor interés (currichiño, currichiño…), que tal edificio, donde se fabricaba el peor pan que he tomado nunca, en la vida llegó a ser emblema alguno de la ciudad, que el edificio de Bodegas Bandeira, arquitectónicamente no representaba nada, que la iglesia del barrio del cura es otro bodrio y que el colegio Cluny es una patata arquitectónica, no solo sin interés alguno, sino todo lo contrario, lo cual no ha impedido engañar a los papanatas, e irse de rositas a nuestros mas afamados representantes.
Ahora, curiosamente, cuando los tres promotores que adquirieron sucesivamente Cluny se han ido a la ruina, y esta está en manos de la empresa creada al efecto para liquidar las propiedades que les han usurpado  bancos y administración, salta la noticia de que la propiedad ha sido adquirida por una empresa dedicada a las residencias de la tercera edad. Milagrosamente, los problemas han desaparecido de la noche a la mañana, e incluso los “técnicos”, desde la mas absoluta incongruencia y en contra de anteriores planteamientos, informan que “no se aprecia ningún elemento reseñable que tenga que ser objeto de protección y que impida levantar la catalogación preventiva del inmueble”. 
Amigo Karpin, te enamoraste de Vigo, diste todo por el Celta, decidiste jugártela e invertir en la ciudad y tu error fue apostar, cuando te pidieron que lo hicieras, por un caballo perdedor que no ha hecho otra cosa que dejarte colgado y arrodillarse vilmente ante quien te ha llevado a la ruina. Ya ves, de la noche a la mañana todo el muro que levantaron ante ti, ha caído sin que nadie sepa ni como, ni porqué. Te confesaré algo, desde que he leído la noticia, al tiempo que algo no me huele nada bien, tengo una mosca que no hace otra cosa que zumbar y zumbar detrás de la oreja.

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