Opinión

El imposible urbanismo vigués

Leo con interés el artículo del amigo Teo de Andrés titulado “Lo imposible”, referenciado al urbanismo vigués, un urbanismo que nada tiene que ver con lo que de una ciudad y de sus regidores se espera.
Mi vida profesional ha girado siempre en torno al urbanismo, prácticamente una mitad como funcionario del ayuntamiento vigués y la otra desde la asociación de promotores inmobiliarios, compaginando todo ello con la dirección material de mas de 200 obras, la mayor parte en la ciudad de Vigo. 
Coincido en su totalidad con la preocupación del amigo Teo y con algunas de sus apreciaciones, pero por otra parte tengo muy claro el porqué de lo caótico y castrante del urbanismo vigués, lo que expongo en un libro que espero que pronto vea la luz, al final del túnel de su largo proceso de edición.
El urbanismo es el resultado de la plasmación de un Plan General de Ordenación Municipal, o de la inexistencia de tal plan, o de la falta de control del mismo. A su vez, el Plan General es la articulación de la política urbana de la ciudad, manifestada por sus representantes, en función de los objetivos de crecimiento que la ciudad decida, por explotación de sus condiciones de competitividad y aptitudes.
Vigo no dispuso de su primer Plan General hasta principios de los años 70, pues antes había simplemente una zonificación con ordenanzas de aplicación, como base del enorme y anárquico crecimiento que experimentó la ciudad allá por los años 50. La absoluta falta de gestión municipal, a la vez que la inexistencia de objetivos del Plan de mas larga vigencia en la ciudad, junto a la falta de control, hizo que la aplicación del primer Plan vigués tuviera un desarrollo alarmantemente anárquico. Llegada la democracia, las cosas en este aspecto no mejoraron lo más mínimo, llegando incluso a empeorar en algunos aspectos.
Desde entonces, en Vigo se ha dado la constante de corporaciones absolutamente ajenas a preocupación alguna por la calidad del urbanismo ciudadano, sin objetivos, sin llevar a cabo gestión alguna, y lo que es peor, con los criterios de servicio a la ciudadanía radicalmente alterados. 
En Vigo, el interés de la política por la edificación ha sido exclusivamente por cuestiones de recaudación de impuestos, por intereses políticos, electorales, por reírle las gracias a las asociaciones del NO de la ciudad, por apoyos a la financiación de partidos, por cuestiones de poder, por amiguismos y por resultados de luchas intestinas, pero nunca en lo que yo conozco, y conozco bastante en este aspecto, por atraer inversiones, por conseguir una ciudad mejor y mas cercana a sus objetivos. Aquí la iniciativa edificatoria se ha castigado siempre desde la Administración. Al osado que ha solicitado una licencia, o la urbanización de una zona concreta, se ha ido a degüello a por él, siendo la consigna tácita el poner en su camino todo tipo de obstáculos.
Disiento del amigo Teo cuando afirma que “ni siquiera depende estrictamente de alcaldes o gobiernos municipales, incluso es probable que ni de funcionarios”. Sí amigo Teo, sí depende de todos ellos, depende de un chip erróneo que campa en el ayuntamiento vigués desde hace lustros en donde los mas mediocres, los mas envidiosos y los mas inmovilistas lo ocupan todo, mudando la ayuda por la zancadilla, con concejales del sector que no tenían, ni tienen ni repajolera idea de urbanismo (ninguno de ellos), con normativas absurdas y contradictorias y con funcionarios siempre acojonados, dispuestos a reinterpretarlo y a pararlo todo.
Siguiendo tus ejemplos y empezando por Porto Cabral, con sus tres años de preparativos como dices, he escrito sobre el particular indicando el porqué creo que nunca tal actuación verá la luz. El Barrio del Cura ha sido una constante y gratuita oposición por parte del actual poder municipal por haber jugado sus promotores a caballo equivocado, algo parecido a lo de Bouza Alta en Orillamar, o a la pretendida ampliación del Corte Inglés en Alcabre, o a la ampliación de Citroen, o a la implantación de Ikea, etc.
El Plan del 1993, de corta duración por cargárselo un concejal de infausta memoria, al negarle tal plan su capacidad de mangoneo, fue una gota de esperanza que no tumbaron los tribunales por exceso de arbitrariedad, sino por poner en práctica lo que el urbanismo moderno exige, de tratar de calificar y gestionar aquellos objetivos ciudadanos en pro del progreso de la ciudad que tengan comprometida su financiación.
Amigo Teo, lo dejo aquí porque la mediocridad, la ineficacia, la intolerancia y la negligencia actual es ya de otro planeta, pero sobre todo hay una constante que no solo no ha variado nunca, sino que poco a poco se ha ido acentuando, la absoluta falta de gestión municipal en todos los aspectos, cuando la política municipal no es mas que eso: gestión. 

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