Opinión

Imitaciones, falsificaciones y especulaciones

Hace escasamente un par de años, a la puerta de unos grandes almacenes, una marca de zapatos hoy ya muy conocida, invitaba a quienes se paraban ante su llamada, a utilizar un par de sus nuevos modelos durante el tiempo que permanecieran en el comercio. La razón de tal actitud era la de dar a conocer una nueva forma de zapatos, de pisar, de utilizar el puente del pie, un único apoyo central con fondo ondulado en lugar del tradicional doble apoyo con suela mas o menos plana, lo que según sostenían proporcionaba un descanso infinitamente mayor, evitando ondulaciones de columna y el llevar a cabo un andar, no demasiado sencillo al principio, pero mas acorde con la dinámica del paso.
Interesado por todo lo nuevo, me apliqué en llevar a cabo la prueba y hasta hoy, y salvo en determinadas ocasiones, no me los apeo. La decisión no fue fácil, ya que el precio de un par de zapatos resultaba escandaloso, aunque tengo que aceptar que el esfuerzo parecía valer la pena.
Llegado a casa entré en Internet para conseguir un mayor conocimiento sobre el particular. El invento era de lo mas simple, pues se basaba en una modificación radical de la forma de apoyar la suela sobre el piso, sin demasiados tecnicismos, ni materiales especiales, ni tecnologías que no fueran perfectamente accesibles. Lo sorprendente fue comprobar como existían gran número de páginas corporativas que anunciaban la marca, con su catálogo perfectamente salpicado de anagramas oficiales y la misma literatura que se anunciaba en la descrita oferta de lanzamiento, con una sola y fundamental diferencia, el precio. Las ofertas en red rondaban el 30% del precio al que había adquirido mi primer par oficial. 
Al día siguiente me dirigí al lugar de venta, donde me habían soplado algo más de 200 € por el magnifico par de zapatos que me había encandilado, a solicitar explicaciones del porqué en red su precio era incluso menor que la tercera parte del que yo había pagado. Mi sorpresa fue el escuchar que se trataba, ni siquiera de imitaciones, sino de falsificaciones con sede en China, curiosamente en el mismo país que comprobé se fabricaban las oficiales, lo que me hizo sentir un cierto sentimiento de haber sido timado por el oficialmente bueno de la película, quien debía soportar (decía) como el malo fabricaba con su nombre productos que no le llegaban a la suela de su zapato (nunca mejor dicho), así que dejado llevar por mi natural contestatario, me apresuré a pedirles a los copiones chinos un par de otro modelo que me pareció adecuado, al precio de unos 60 €. A los 3 días de llevar a cabo el pedido y con remitente en Shangai, recibía en la puerta de casa el paquetito conteniendo la supuesta “falsificación”, con sus papeles “oficiales” y toda la gaita. Al día siguiente les hice debutar en forma de larga caminata, comprobando que producían en mí la misma buena sensación de descanso y salud que los prohibitivos “oficiales”, opinión que no ha cambiado tras cerca de dos años de uso continuado de ambos ejemplares, todavía en muy aceptable buen estado.
Moraleja: ¿Qué justifica que pudiendo pagar por unos zapatos 60 € y haciendo con ello negocio el fabricante, haya que pagar mas de 200 € porque el “oficial” los haya inventado y comercializado, aunque los fabrique igual y en el mismo tercer mundo donde paga una miseria a su mano de obra, vulnerando todo tipo de garantías que en Europa no le sería tolerado?. Cobrar un 50% más, es decir unos 90 €, justificaría el invento (nada especial) y la comercialización (tampoco nada del otro mundo), pero hacerlo cuadriplicando el precio, es lo que hace que proliferen todo tipo de imitaciones, falsificaciones e incluso, en algunos, vender gato por liebre en cuanto a las prestaciones (no es el caso). ¿Hasta donde es condenable acercar un buen producto al consumidor, cuando otros se aprovechan de unas patentes para reservar su producto a unas élites que pagan unos precios absolutamente injustificables y especulativos?, ¿Porqué un Estado que en su Constitución está el combatir la especulación y las malas prácticas, las defiende sin más, con independencia del robo manifiesto que representan los precios expuestos, amparándose en un derecho de autor a quien se otorga patente de corso?. ¿Hasta donde hay que proteger los derechos de un autor que se salta toda nuestra normativa en cuanto a las buenas prácticas empresariales, laborales y de control, para venir luego a especular en nuestros mercados?
No pretendo dar respuesta a tales cuestiones, sino simplemente plantearnos el problema, pues tanto las imitaciones como las falsificaciones seguirán creciendo exponencialmente, si también lo hace el precio que a sus productos ponen los especuladores, y no me refiero solo a los zapatos. 

Te puede interesar