Opinión

Ese empeño en menospreciar lo nuestro

Uno de los navieros mas importantes de la Galicia del siglo XV, D. Fernán Eanes de Soutomaior, tuvo como amante a Constanza Gonçalves-Soutelo Colón, natural de Portosanto en San Salvador de Poio. De tal relación, nace en la casa materna, Cristóbal Pedro Fernández (hijo de Fernán) Eanes. El padre, a su muerte, lo reconoce y rebautiza como Pedro de Soutomaior, enviándole a Tuy a educarse en San Francisco, llegando incluso a ocupar el cargo de canónigo de la catedral de Tuy, lo que abandona trasladándose a Portugal, donde dedica a la mar sus próximos 23 años para volver ya a los 37 a Galicia. Su padre, casado con Leonor Messía, tiene un único descendiente, Alvaro Paez de Soutomaior quien, muerto en enfrentamientos con los Irmandiños, sin descendencia y a efectos de dar continuidad a la casa de Soutomaior, había adoptado a su hermanastro al que rebautiza de nuevo con el nombre de Pedro Alvarez (hijo adoptivo de Alvaro) de Soutomaior, personaje que posteriormente será conocido por Pedro Madruga, vizconde de Tuy, mariscal de Bayona y azote de los Sarmiento en su afán por la supremacía nobiliaria.
En la guerra de sucesión al trono de Castilla entre Isabel y su sobrina conocida como Juana la Beltraneja, Soutomaior, señor de los mares y gran parte de las tierras gallegas y aliado de los portugueses, quienes defendían los intereses de la sucesora natural al trono, tras perder la guerra y ver confiscados sus bienes, huye a Portugal donde es recompensado por el rey, quien le nombra conde de Caminha, se casa emparentando con la corona portuguesa y ya en Lisboa, a efectos de no ser reconocido como enemigo de Castilla y para hacerse perdonar por ella, con quien habría de entablar negociaciones, huyendo de su vinculación a los Soutomaior, simula su muerte en Alba de Tormes y adopta el nombre de Cristóbal Pedro Colón, haciendo honor con ello el apellido de su abuela materna. De sus contactos marítimos con las islas atlánticas portuguesas, adquiere la evidencia de los continuos restos de todo tipo de vegetación que la corriente del golfo arrastra hasta esas islas, algo que evidencia la existencia de tierra mas allá del horizonte de Madeira y Azores, lo que a su entender se trata de las Indias con todas sus riquezas (conocía perfectamente la esfericidad de la Tierra), un destino, al que poder acceder a través del atlántico evitando al turco, un auténtico caramelo para las aspiraciones de la corona castellana.
Esto es en muy resumidas cuentas la teoría de Celso García de la Riega, cuyos sucesores en el empeño, Alfonso Philippot y Rodrigo Cota, entre otros, defienden con gran ahínco como la versión actualmente mas creíble, basada en una ingente cantidad de datos, pruebas y evidencias sobre el origen de nuestro mas insigne navegante, quien habría de bautizar la práctica totalidad de sus descubrimientos con topónimos de las rías gallegas, llevar a cabo toda su correspondencia y diarios de navegación en gallego-portugués (el italiano lo chapurreaba y no escribía), navegar con técnicas puramente atlánticas, tener los mismos amigos, enemigos y parientes que Pedro Madruga, la misma grafía y finalmente descubierta su vinculación en la firma con los Soutomaior. El finalmente “almirante de la mar océano”, quien a bordo de “la gallega”, construida en los astilleros frente a su casa y posteriormente rebautizada como Santa María, en honor de la patrona pontevedresa Santa María de la O, donde en su altar hay una referencia a la familia Colón, acaba dando su primer paso en tierras americanas en un lugar al que bautizar como San Salvador, en honor de su parroquia natal, San Salvador de Poio. Siguiendo tales planteamientos, Poio, ciudad natal del Almirante, tiene, casi a hurtadillas, una casa-museo dedicado a la gesta de Colón, Soutomaior o Madruga. 
En mi afán por atesorar mayores datos sobre la galleguidad del Almirante (uno saca su vena de marino siempre que puede), me dirigí a la casa-museo en cuestión que, ante mi sorpresa, se encontraba cerrada por reformas, con perspectivas de reabrir a mediados de junio.
La paternidad de Colón, con argumentos que no le llegan a la suela del zapato a los nuestros, es reivindicada a través de fuertes inversiones por genoveses, catalanes, mallorquines, y en general por gran parte de los puertos en los que recaló el almirante en su cuarto de siglo de navegaciones por Europa, mientras aquí, en “sitio distinto”, pasamos olímpicamente, con un pueblo que ni se entera, ni le interesa y que se contenta con la patraña del Colón genovés.
Buena iniciativa la de Poio con la “casa da cruz”, respetando el crucero con dos tibias cruzadas en su base, símbolo del origen corsario de los Colón. ¿La reforma?. Para gustos se pintan colores (nunca mejor dicho), y lo subjetivo es perfectamente respetable, lo que ya no es de recibo, por objetivo, es ese empeño absurdo de tantos arquitectos (el arte que llevo dentro…) en el uso de la madera en exteriores sin tratamiento alguno (puertas, ventanas y aleros) pues su grado de deterioro (sol y lluvia al unísono) es ya tal, que más le valiera que la hubieran pintado, o incluso calafateado al mas puro estilo del Almirante.
Ahora que tantas chorradas de corte local se le incrustan a nuestros menores a menor gloria de sus entendederas, para algo realmente importante, serio y con agarraderas que tenemos, lo ignoramos y menospreciamos…        

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