Opinión

El deshojar de la margarita política

Siempre se ha dicho que amor y odio son dos caras de la misma moneda. Hoy es San Valentín. Me quiere, no me quiere, me quiere… A España le toca deshojar la margarita con pétalos de actualidad que pueden ir modelando su destino de amores y desamores.

Catalanes y vascos separatistas por el lado del desamor y sefarditas y portugueses anhelantes de una mirada, de una caricia, de quien nos quiere sin esperar nada, contrarestando desdenes.

A la chorrada zapateril de la alianza de las civilizaciones, el mentalmente inestable gobierno rajoyano, acaba de oponer una inteligente medida de reparación de agravio histórico, con un retraso evidente (500 años), pero a la postre de justicia, como es españolizar a los descendientes de aquellos sefarditas, que nuestros reyes “católicos” expulsaron de su país en una de las decisiones mas crueles, injustas y poco inteligentes de la historia de España. Tras una hégira de cinco siglos manteniendo ilusiones, nostalgias y el español de sus mayores (el ladino), finalmente van a volver a sus orígenes, como un pétalo del sí me quiere de nuestra España.

Otro pétalo de amor incomprendido, es esa parte de la península, que también fue española, rival y compañera en los avatares históricos de la vieja Iberia, tan romanizada como nosotros, tan querida por algunos entre los que me cuento y tan ignorada injustamente por una España que le da la espalda, un Portugal de quien algunas encuestas nos han dado luz a cerca de su oscuro objeto de deseo hacia España, de integrarse en una Iberia unida por su historia y por un destino ilusionante.

El problema son los pétalos del no me quiere. Llegados a donde estamos, el pleito vasco-catalán no tiene marcha atrás. Se ha convertido ya en una reivindicación histórica, últimamente alimentada hasta la estupidez por partidos (PP y PSOE) que se consideran españoles, pero que por sus miserables intereses electorales han ido liquidando el Estado, su soberanía y una unión y una solidaridad ya inexistentes, que cada día crea más y más tensiones, acaparando el protagonismo y un creciente cabreo de toda la vida política nacional.

El separatismo siempre tendrá alguien esperando el testigo y aporreando nuestra puerta.
Hagamos un ejercicio imaginativo. Mañana los españoles nos levantamos con fronteras en el Pais Vasco y en Cataluña. Seguimos perteneciendo a la Unión Europea, teniendo al euro como moneda, nuestro ejercito integrado en la OTAN, la libre circulación de capitales y ciudadanos con el resto de Europa y nuestro idioma camino de ser, tras el chino mandarín, el segundo más hablado del mundo. Del otro lado de las fronteras vasco y catalana, dos pequeños países sin cotización de su moneda (el piedro y la pela), fuera de la Unión Europea, con dos ejércitos modelo Gila, fuera de la OTAN, endeudados hasta los dientes, necesitando pagar aranceles para importar y exportar los pocos productos que fabricarían por si mismos, una vez abandonadas las factorías de las principales marcas internacionales, entrando con ello progresivamente en un importante deterioro de su competitividad, con idiomas además desconocidos en el resto del mundo, teniendo que inventarse una nueva seguridad social para sus súbditos, con gobiernos extremistas, con una Real Sociedad, un Atlético de Bilbao y un Barça en rápida descomposición, perdidos en unas ligas de chicha y nabo, necesitando vender el solar de sus estadios para poder liquidar sus millonarios compromisos. Sus puertos de Bilbao y Barcelona en bancarrota, ya que dejarían de ser puertos de interés nacional para España, pasando a fortalecer a Valencia, Santander, Gijón, La Coruña y Vigo, ciudades que crecerían en gran medida, al establecerse en ellas buena parte de las empresas, hoy situadas en esos pequeños países entonces aislados del resto de Europa, etc., etc.

Francamente, a estas alturas, con la perspectiva de tener que seguir soportando sus bobadas identitarias permanentemente, cuando no solo otros están llamando ilusionados a nuestra puerta, sino que además incluso nos iría, posiblemente mejor a todos, libres de conflictos para poder trabajar tranquilos por el bien de ciudadanos ya liberados de tanto desamor, ¿por qué no nos liamos la manta a la cabeza y ¡hala!, a tomar por riau, pero sin esperar más, mañana mismo?

Nuestro ejercicio de imaginación se haría realidad, viviríamos una época de tranquilidad inédita, ellos felices en su desgracia, y dejaríamos a nuestros hijos un futuro de concordia y solidaridad, hoy imposible de garantizar con esa tropa.

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