Opinión

Sin corderos, no hay lobos ni pastores

En el mundo existen dos tipos de negocios importantes, los legales y los ilegales, cada uno con distintos porcentajes de pureza en sus características y constitución, no obstante, actualmente ambos mueven ingentes cantidades de dinero (2,5 billones de euros, y creciendo, los ilegales), y todos ellos dependen de la demanda de todo tipo de servicios por parte del ser humano. Son el poder.
Quien decide cuales han de ser legales o ilegales, pues la línea no siempre ha estado claramente definida, es invariablemente la clase política, que a su vez alimenta y se nutre de ambos en mayor o menor medida.
Los negocios considerados en general ilegales, como el  narcotráfico, las falsificaciones, la prostitución, trata de personas, trafico de armas, lavado de dinero, etc., están en manos de las consideradas mafias, hoy muy extendidas tanto en EEUU como en Rusia, China o Japón, Mejico o Colombia, entre otros, y cuyo origen estuvo, ya desde la antigua Roma, siempre en Italia, donde todavía la “cosa nostra” en Sicilia, la “camorra” en Nápoles, la “´ndragheta” en Calabria o la “sacra corona unita” en Apulia, siguen en pleno ejercicio. Sus métodos suelen ser el robo, rapto, extorsión, chantaje, asesinato y en general métodos violentos y expeditivos de gran efectividad, amparados por la omertá (la ley del silencio), que sostiene de forma controlada a sus cúpulas, a las familias, clanes, capos y al “capo di tutti capi” de cada una.
Por otra parte, los grandes negocios considerados legales, como la energía, las comunicaciones, la industria armamentística, la minería, las grandes constructoras, la industria farmacéutica, financieras, bancarias, reaseguradoras, empresas de calificación, etc. están en manos de grandes inversores, tan anónimos como los propios componentes de las mafias. En esta otra cara de la moneda los métodos son en general incruentos, pero de parecida efectividad, donde el que se mueve no sale en la foto y donde también la discreción es un valor que suele sostener el sistema.
Ambos tipos de negocios se rigen en general aplicando los mismos sistemas de funcionamiento y ambos necesitan de pastores a su servicio para mantener en orden al rebaño, sostenerlo permanentemente engañado, hacer que cambien pequeñas cosas para que todo siga igual y convencerlos de que viven en un mundo regido por un sistema al que llaman democracia, y en el que supuestamente el poder depende y reside en el propio pueblo.
El principal problema es que esta casta arbitral, en lugar de funcionar con un sistema horizontal como cumple a un entramado en el que el poder reside teóricamente en el ciudadano y por tanto depende de todos, para controlar el rebaño ha optado por el mismo sistema piramidal de poder que utilizan los capos de los distintos negocios expuestos: organizarse como distintas mafias, con un capo di tutti capi en cada una, un don en cada familia, capos intermedios, sottocapos, consiglieri y soldati, todos ellos nombrados en virtud de los mismos valores de la mafia, como son la lealtad, la confianza y la discreción hacia y para con el capo di tutti capi. A esas organizaciones de pastores se les llama partidos políticos, organismos encargados de facilitar el negocio a unos (subrepticiamente) y a otros (abiertamente), cobrando donativos de los primeros y comisiones de los segundos, entreteniendo al rebaño con servicios públicos mas o menos ajustados a sus necesidades, en función del grado de exigencia de la raza de rebaño de que se trate, de los pastos de que se disponga, del grado de agresividad o de concienciación de ciertos elementos del rebaño y de alguna que otra oveja negra que pone la nota en la cansina uniformidad de apaciguados.
No es, no obstante, el mayor éxito de unos (ilegales) y otros (legales) las ingentes cantidades de dinero que mueven, sino el haber conseguido de los pastores el que día a día sean capaces de llevar el redil al rebaño tras haberlo ordeñado, esquilado, sacrificado a algunos, conducido por los caminos que mas interesan al pastor, sin provocar la menor estampida, ni despertar en la manada ansia alguna de cambiar la situación. El mismo sistema y los mismos símiles que utilizan quienes pretenden encauzarnos hacia el redil del mas acá, como al del mas allá.
Es imposible revelarse ante el lobo o el pastor, si se nace cordero, se vive como cordero, y se pretende morir como cordero, pues se puede nacer destinado al matadero, pero en nosotros está el convertirnos en águilas, leones, o simplemente en la pulga cojonera que infecta al lobo y acaba desesperando al pastor.
Es a cada uno de nosotros a quien le corresponde mover ficha.

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