Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Hay dos poderosas razonas por las que estos días invitan poco a apararse a escribir, comentar o valorar los sucesos y episodios cotidianos de la vida nacional en el ámbito político o judicial, convertido en un estercolero variado, creciente y desmadrado., por unos y otros. El segundo es que ando enfrascado en otro asunto que tiene para mi especial interés. Dentro de unos días, en concreto el día 12 de este mes, presentaré en Vigo un avance de mis memorias, publicado en forma de separata, con un caudal de información gráfica sobre las personas que conocí y traté y allí aparecen, que han formado parte de la historia esencial del España a lo largo del siglo XX, en todos los ámbitos. El libro es una primera selección a la que se añadirán otros personajes.
Una de las ventajas de tener cierta edad es que uno tiene perspectiva de determinados hechos y, sobre todo, que uno tuvo la ocasión por desarrollarse en el terreno del periodismo con personajes de aquellos tiempos lejanos, hoy en los libros de historia. Desde Otero Pedrayo, Blanco Amor, Cunqueiro, Castroviejo, Paz-Andrade y mismo a Eugenio Montes y otros como Luis Soto, secretario de Castelao. Y figuras tan destacadas como Gil Robles, Dionisio Ridruejo, Santiago Carrillo, el general Enrique Líster, o la mismísima Celia Gámez. Todas las entrevistas de mis memorias están grabadas y se hallan a disposición de los investigadores en el Arquivo Sonoro de Galicia.
Uno de los personajes especialmente interesante tiene que ver con la celebración en Vigo, en julio de 1976, tras la muerte de Franco, el primer Congreso de Sociedades Gallegas en la Emigración. Fue un acontecimiento lleno de simbolismo, en el que participaron setenta sociedades gallegas en el mundo en que aunó en la tierra madre a gallegos destacados del exilio. En total fueron 150 los congresistas. Tuve de aquella la oportunidad de conocer a figuras como Arturo Cuadrado, Baldomero Cores Trasmonte, profesor de la Universidad de Puerto Rico; Emilio González López, catedrático de la Universidad de New York, que había sido director general de Administración local durante a II República, y los presidentes y secretarios de la galleguidad más diversa desde París al fin del mundo.
Hablé de sobra con Arturo Cuadrado, periodista y editor, que llevaba 40 años en la Argentina, comisario político en la guerra, secretario que había sido de la comisión pro Estatuto. De él recogí la frase definitoria del congreso: “Los exiliados no venimos a morir, sino a vivir y participar”. Fue un congreso intenso, muy debatido y abundante de ideas sobre el futuro de Galicia. Las ponencias mostraron un elevado nivel de contenidos. Hubo momentos de tensión entre el dinamismo de aquellos retornados y las estructuras, entonces plenamente vigentes del Instituto de Emigración y sus representantes, todos vinculados al régimen de Franco.
En el congreso se habló más del presente y del porvenir que se debía construir, justamente porque los emigrados esperaban que los gallegos de hoy y del futuro habían encontrado en la tierra madre los medios de no tener que abandonarla como les ocurrió a ellos. Ahora bien, en aquel espacio del congreso las representaciones no eran homogéneas, ya que se encontraron desde un procurador en Cortes franquistas, un falangista que representaba el Centro Gallego de Madrid, y un montón de sociedades en las que predominaba el exilio y la salida forzosa de España. Hubo momentos especialmente tensos, dentro y fuera de las sesiones de trabajo. Otro de las figuras que tuvo una actividad destacada fue Ramón Garrido, exiliado, presidente de la casa de Galicia de París, supervivente de un campo de concrentración de los nazis. Un sector de los presentes, especialmente de izquierdas, trató de que se emitieran, luego del debate, conclusiones de carácter político, y no solo sentimentales o meramente formales como parecía que era del gusto del Instituto Español de Emigración.
El sector más batallador estaba formado por la Federación de Sociedades Gallegas en la Argentina, y los centros más importantes de París, Ginebra y México. “Y de destacar –diría Cuadrado como portavoz de este sector—que se reconociera la palabra «nación» en lugar de «región» referida a Galicia”. Y, además, finalizaría diciendo: “Logramos que en las conclusiones de este Congreso se pida amnistía para todos aquellos detenidos por motivos políticos y sindicales y el autogobierno para Galicia. Esa es nuestra victoria”. Se note la fecha en la que tal petición, que se formuló: 29 de julio de 1976. O sea, que se adelantaron en lo de la que sería amnistía de 1977.
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