La memoria selectiva
La ruptura de Puigdemont con Sánchez ni quita ni pone Gobierno; sólo añade suspense y presión. Vivimos en un proyecto democrático resentido y dividido que corre el riesgo de terminar en Estado fallido. La España de Zapatero y Sánchez ha implantado la memoria selectiva, en principio llamada Memoria Histórica, después rebautizada como Memoria Democrática y ahora conocida como desmemoria reciente. Para desenterrar a Franco, escarbar fosas y remover cunetas hay que tener un mínimo de equilibrio histórico y político que impida caer en el revisionismo ideológico. Sánchez reescribe lo lejano y lo contemporáneo, por ejemplo, la Guerra española junto a la intentona golpista de los independentistas catalanes, el pasado sanguinario de los herederos de ETA o el blanqueamiento de los ERE. La agitación del odio incurre sistemáticamente en la memoria distintiva, porque se hace con sesgo y partidismo, primando la visión de un bando y criminalizando la del otro, independientemente de que ambos tengan vergüenzas que tapar. En una guerra, como vemos ahora y se vio en la España del 36, la principal víctima es el conjunto del pueblo, además de la verdad. Que se deba penalizar de igual modo los fusilamientos del franquismo y de Paracuellos va implícito en la moral de una sociedad que superó aquella barbarie con la Transición y decidió convivir en democracia. Otra cosa es que los actuales dirigentes saquen a pasear los fantasmas del pasado, incluso en sus pactos del presente, aunque el prófugo rompa un poquito, lo que hace probable un adelanto electoral a 2026.
La memoria selectiva del sanchismo tiene la misión política de crear un relato nostálgico actualizado de la Guerra Civil española para obtener rédito electoral agitando el enfrentamiento y la polarización. Hay que tener memoria, en efecto, de lo malo y de lo bueno, pero sin hacer distingos selectivos de oportunismo populista. Todo ese revisionismo está zanjado y superado desde 1978, y los españoles son conscientes de estar bombardeados por un relato de propaganda que en realidad falta al respeto colectivo de una sociedad que perdona, pero sin olvidar.
La Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid y antigua Dirección General de Seguridad, ha sido declarada fuera de plazo lugar de memoria en el BOE del sanchismo. Hasta el ministro Torres hizo un vídeo en una azotea de la Puerta del Sol como si fuera el tío Pepe. Semejante memoria histórica y democrática podría parecer bien al conjunto de los españoles si se incluyeran todos los pelotones y paredones de fusilamiento, porque eso sería lo más honesto. Pero cuando la buena causa de la memoria justa viene precedida de sesgo selectivo, incurre en el delito doloso de la premeditación, acomodando la Legislación de la Ley a los intereses del poder con el resultado dañino de la confrontación polarizada guerracivilista. La memoria selectiva es lo que tiene, que distingue entre malos y buenos, entre ultras y demócratas, entre socios golpistas amnistiados y herederos políticos de ETA frente a la oposición democrática. Da mucha pena.
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