Opinión

Una realidad de película

Cualquier europeo que, como yo, visitara por primera vez los Estados Unidos, obtendría sospecho, unas conclusiones muy parecidas a las mías. La primera y más llamativa de las impresiones es la que sugiere que todo allí es más grande que en Europa y tal vez, que en el resto del planeta. Las hamburguesas son más grandes, también las patatas, las mazorcas de maíz o las chuletas. Son más grandes los vasos en los que se sirve la Coca Cola, los automóviles, las autopistas, los helados, los puentes y las personas. También las personas. Nunca he visto mujeres y hombres tan gordos como los que uno se encuentra por ejemplo sentados en un parque neoyorquino, ni hay tipos tan altos como los que se cruzan por la calle, como si en vez de un paisaje urbano cualquiera estuviéramos caminando por una cancha de baloncesto. La segunda impresión -sospecho que compartida- es que uno ya lo ha visto antes. Estamos tan habituados a asomarnos a la gran pantalla y observar en ella la realidad cotidiana estadounidense que todo lo que vemos al natural nos parece conocido. Tenemos la impresión que estamos en una escena de película.

Las filmaciones que nos llegan estos días de los Estados Unidos también tienen que ver con el cine. Con el cine en sus escenarios más caóticos y violentos. El desastroso periodo presidencial protagonizado por Donald Trump ratifica esa sensación del viajero que pasea por la realidad norteamericana como si lo hiciera por el decorado de una película, aunque ahora las muertes son verdaderas, la violencia policial también lo es, la preocupante división de un país por cuestiones étnicas ha adquirido su nivel más agudo desde los tumultuosos años sesenta cuando la segregación racial dominaba el escenario, y no falta otra cosa que el asesinato de una personalidad trascendente como ocurrió cuando unos desalmados acribillaron al reverendo Martin Luther King. La Historia no es muy amable con los Estados Unidos cuando analiza las secuelas de su conflicto racial, semilla de odio y tragedia que ocasionó la única guerra librada en su territorio. Esta era Trump tiene muy mala pinta, y no nos describe el país más poderoso del mundo sino el que está más cerca de abrir la puerta del infierno.

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