Opinión

Costumbres ancestrales

De entre las muchas situaciones que distinguen a los británicos de la mayoría de ciudadanos de otros países, quizá la más característica tiene que ver con su peculiar modo ordenar el tráfico. Todos los que hemos estado alguna vez en el Reino Unido hemos sentido la dificultad de acomodar nuestras costumbres a ese extraño comportamiento que consiste en conducir por la izquierda. Y de hecho, en las grandes ciudades al menos, existen no pocas señales pintadas en el asfalto que nos lo recuerdan: “loock right”, avisan, y el que avisa no es traidor. 
Al parecer, el pintoresco hábito que los británicos han impuesto también en aquellos países que han colonizado, tiene su origen en los cocheros del siglo XVIII que llevaban las bridas en la izquierda y el látigo en la diestra, lo que les inclinaba a desplazarse por el lado zurdo para no herir con su fusta a los viandantes.
Pero si bien esta costumbre es la más aparente, no es su único signo distintivo. Está, por ejemplo, su sistema parlamentario, no sencillo de comprender para muchos foráneos entre ellos los españoles. Nosotros aceptamos los códigos napoleónicos, condujimos por tanto por la derecha, dividimos nuestros territorios en provincias, y aceptamos está misma distribución para nuestra representatividad parlamentaria. Y luego aplicamos para el recuento la ley D’Hont, el sistema inventado a mediados del siglo XIX por un jurista belga así llamado, que comenzó por implantarlo en su país y no fue capaz de convencer sin embargo a los franceses, y mira que hay belgas a los que no han tenido el menor empacho en anexionar y aprovechar de paso sus genialidades, desde Simenon a Jacques Brel, desde Magritte a Hergé desde Moebius a Ádamo e incluso un señor apellidado Sax que inventó el saxofón y que todos los franceses consideran propio.
Los británicos emplean una fórmula antigua y probablemente más equilibrada que la nuestra. Ayer estaban estos isleños tan peculiares inmersos en una elección problemática que poco tiene que ver con su modo de conducir, con su deslumbrante tratamiento de la música pop o con su vocación colonial exacerbada. Tenían que elegir entre un pasmado y un truhan. Eligieron al segundo, paradójicamente, el que más garantiza coronar el Brexit. Al menos Jeremy Corbyn ha tenido la decencia de marcharse a casa. Ha sido su único acierto.

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