Los enfermos de ELA
A principios del mes de marzo de este año, el ex guardameta y ex entrenador Juan Carlos Unzué –lo fue por ejemplo del Celta- compareció en el Congreso para concienciar a los representantes políticos de la necesidad inaplazable de producir protocolos con los que proteger a los afectados por Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), esta enfermedad devastadora que va matando paulatinamente las neuronas motoras del cuerpo sin que se sepa su causa, que a fecha de hoy no tiene cura, y de la que se detectan, según las estadísticas, tres caso diarios en este país nuestro de 47’5 millones de habitantes. Unos 40 afectados al año es el promedio de este terrible mal para el que todos los esfuerzos de las altas instancias políticas y administrativas en el desarrollo de investigación y servicios en favor de los afectados deberían ser pocos. El antiguo jugador, que lleva años peleando contra su propia afección que le ha postrado ya en silla de ruedas y cuya popularidad ha puesto en valor para convertirse en portavoz del colectivo aquejado, acabó entonces sacando los colores a sus señorías por la escasa asistencia a la cita y la falta de interés que una causa como la suya había despertado entre los congresistas.
Ayer se celebró el Día Mundial contra el ELA que padecen en la actualidad unos 4.500 españoles y cuyo tratamiento es complejo y tan caro que solo el 6% de los que lo padecen pueden pagarlo enteramente mientras la legislación actual se queda raquítica para combatirlo porque solo alcanza el 15% de los gastos que la enfermedad genera. Entre los aspectos más dramáticos de esta situación es que, mientras la clase política hace el ridículo vociferando en vacío y tirándose de los pelos en sede parlamentaria, el proyecto de legislación que debería afrontar al completo el combate contra el ELA aún sigue sin ser tramitado.
Una clase política insensata y pueril es precisamente la que un país como el nuestro no puede permitirse. Llevamos años enzarzados en debates absurdos que han conseguido inmovilizar la verdadera esencia del Parlamento y anular los objetivos que deberían cumplir sus integrantes. Sus señorías tienen todo el tiempo del mundo para marear la perdiz con su diálogo de besugos porque el tiempo les sobra. Todo lo contrario de los enfermos de ELA. El tiempo es precisamente lo que les falta.
Contenido patrocinado
También te puede interesar