Kabul y el feminismo
El protocolo es un lenguaje simbólico. Los gestos, las ceremonias, los tratamientos, el uso de los símbolos nos transmiten en sí mismos un lenguaje. El presidente Sánchez, desde que reside en la Moncloa, ha protagonizado episodios diversos que denotan sus graves carencias, o las de sus asesores, en esta materia. En una recepción de Estado en el Palacio Real recordarán que tras saludar a los Reyes se colocó con su esposa en la línea de saludo, sin conocer que en este caso él era un mero invitado, que los anfitriones eran los monarcas y que él, aunque encabezara la comitiva, debía pasar de largo y dirigirse al llamado salón de espera hasta que fueran llegando los demás y se procediera a la segunda parte de la recepción. Vimos todos cómo tuvo que ser corregido por los servicios de protocolo de la Casa Real para que evacuara el lugar donde se colocara.
Es bien cierto que la Generalitat de Cataluña se ha montado su propio ceremonial para sus propios altos cargos que consiste, esencialmente, en la formación de un piquete de los mossos, con la senyera y el guión de la unidad, en traje de gala, con las célebres espardeñas y el resto del típico atuendo. Según el rango, el presidente de la Generalitat, la del Parlament, o los invitados de mayor nivel, pasan revista a la formación, en su caso con el arma presentada, que por cierto es el llamado cemetón FR-8, que es una mezcla del viejo fusil de 7,92 y el Cetme.
Para la Generalitat es una forma de resaltar que es una nación que usa símbolos, guardias y ceremonias en torno a su bandera como es común en los actos de Estado. Bien es cierto que todos los presidentes habidos hasta ahora han metido la pata tanto como ahora Sánchez, sobre todo con la famosa “simetría”; es decir, la colocación de las banderas. Hay fotos en las que a las puertas de la Moncloa se coloca la bandera nacional y la de Cataluña o el País vasco de modo igual y equidistante, a ambos lados de la entrada, del mismo modo que cuando se recibe a un alto cargo extranjero. Otras veces, se hace lo correcto: se colocan juntas la bandera de España y la de la comunidad correspondiente, dejando siempre la de España a la derecha (vista desde la presidencia) y la de la comunidad, a veces, duplicadas a la entrada.
En principio, no habría nada que objetar que la Generalitat tenga su propio ceremonial para determinados actos, y otra el uso que se hace del mismo, los equívocos que crea, sobre todo, cuando personajes como Pedro Sánchez caen en la trampa con sus gestos de que aquello es algo diferente de lo que debe ser. Porque cuando el presidente se inclina reverencialmente ante la bandera de una comunidad autónoma está mandando un mensaje al resto de los españoles, ante cuyas enseñas propias no adopta el mismo lenguaje ni hace reverencias. Cierto que el País Vasco y Cataluña tienen policía autonómica propia y que se emplean para ciertas ceremonias. Pero otras comunidades, por ejemplo, como Galicia, tienen asignados efectivos propios de la Policía Nacional, que llevan en el costado la bandera de Galicia, y a nadie se le ha ocurrido montar con ellos un piquete de honores cuando Sánchez se cae por aquí.
Lo más curioso de este episodio es que los partidarios de Sánchez se han apresurado a meter baza en la historia, ante los comentarios a la foto del presidente bajando la cerviz ante la senyera, con peregrinas explicaciones, como que las fotos que ha visto toda España estaban manipuladas y que también estaba en el acto la bandera de España.
Pero en este asunto de los mossos con competencias y ceremonias de Estado hay cosas más preocupantes, como que, pese a que esa es labor de la Guardia Civil, y en todo caso de la Armada, el Gobierno del doctor Sánchez autorice que la policía autonómica asuma competencias en la fachada del mar territorial de España que bordea aquella comunidad. Pero todavía más llamativo es que se haya autorizado a la Generalit la adquisición de armas de guerra y cartuchería propios de un ejército, cosa que ocurrió hace dos años. Se trata de armas largas, cuya autorización estuvo bloqueada por el Gobierno anterior, frente a la pretensión en ese sentido de Puigdemont. Tras la llegada de Sánchez a la Moncloa se autorizó a la Generalitat la adquisición de varios lotes. El contrato inicial despertó recelos en la Intervención Central de Armas y Explosivos (ICAE) de la Guardia Civil, por considerar que se excedía de las funciones atribuidas al cuerpo de Mossos y que era perfectamente equiparable a munición de guerra, y en elevada cantidad.
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