Justicia extrema, extrema injusticia

Publicado: 08 jul 2024 - 00:00 Actualizado: 08 jul 2024 - 13:08

La Eurocopa 2024 que se está celebrando en Alemania, y su retransmisión por RTVE, han puesto al deporte, espectáculo y negocio que es el fútbol del tercer milenio de mayor actualidad, si cabe, de lo habitual: la pasión de los aficionados por sus selecciones nacionales suele ser más fervorosa que la que sienten por sus equipos locales; al fin y al cabo, creen que lo que se está jugando es su superioridad o inferioridad como tribu con relación a los demás grupos étnicos europeos.

Como en toda competición de este deporte, las decisiones arbitrales consideradas erróneas son las que provocan las más acaloradas protestas, tanto de los jugadores como de las respectivas aficiones. Principalmente cuando lo que se discute es la validez o invalidez de los goles, cuya celebración es el arquetipo de una catarsis orgásmica que a nadie le agrada que sea interrumpida; y mucho menos cancelada.

En este sentido, la norma suprema, según se contempla en las Reglas del Fútbol de la IFAB (International Football Association Board), cuyos integrantes se han autoerigido en «los guardianes de las reglas del juego», es la regla 11; esto es, la que determina cuándo un jugador está en fuera de juego.

De acuerdo con el citado precepto, se considera que un jugador está en posición de fuera de juego si:

1) Su cabeza, tronco o pierna (pie incluido) se encuentran, total o parcialmente, en la mitad del terreno de juego del adversario (excluyendo la línea central) y

2) Su cabeza, tronco o pierna (pie incluido) se encuentran, total o parcialmente, más cerca de la línea de meta contraria que el balón y el penúltimo adversario.

Para justificar la decisión adoptada, lo que se muestra a los televidentes es una imagen fija con una línea que marca el límite corporal de los futbolistas de ambos equipos participantes en la jugada problemática. En el caso de que la cabeza, el hombro o el pie de algún jugador atacante esté «más adelantado» que el balón y el penúltimo rival, el gol será declarado nulo. Pero ese «más adelantado» puede hacer referencia, desde que se impuso el VAR (Video Assistant Referee), tanto a una distancia de un metro como de un centímetro o, incluso, de un milímetro.

Se presume que la regla pretende impartir justicia, de modo que el contrario no disponga de ventaja; sin embargo, esta forma de actuar encubre una injusticia todavía mayor que la hipotética ventaja.

Porque en la mayoría de las ocasiones, el contrincante no tiene ninguna posibilidad de saber si está cometiendo o no una infracción puesto que, dadas las características y las circunstancias del juego, su sentido de la vista es incapaz de percibir si alguna parte de su cuerpo está adelantada tan solo unos pocos centímetros o milímetros con respecto al cuerpo de su penúltimo oponente.

Es como si las normas de tráfico limitaran la velocidad a 120 km/h exactos pero el velocímetro de nuestro automóvil únicamente registrara medidas de kilómetro en kilómetro, mientras que los radares de la Guardia Civil pudieran mensurar los incrementos de centímetro en centímetro y nos sancionaran si la superáramos aun en tan ínfima cuantía. En ese supuesto estaríamos en una situación de indefensión, que es lo que ocurre con los futbolistas cuando se utiliza el sistema de videoarbitraje para dilucidar si ha habido o no un fuera de juego.

Fueron sucesos equiparables al que aquí estoy examinando los que, ya en el siglo primero antes de nuestra era, llevaron a Cicerón a afirmar: «Summum ius summa iniuria». Es decir, que la justicia extrema (como la que se pretende alcanzar a la hora de determinar las posiciones de fuera de juego) no es sino una extrema injusticia; escenario que muchos aficionados son conscientes de que se está dando en el fútbol actual.

¡Doctores tiene la IFAB! Es preciso que reflexionen largamente para hallar una solución equitativa a este dilema futbolístico. Ahora bien, para lograrlo deberán tener siempre presente la siguiente inexcusable premisa:

Todos los implicados en la contienda han de luchar, en vivo y en directo, con la misma arma: la vista humana.

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