Opinión

Nosce te ipsum

Nosce te ipsum. Ah, esos clásicos, siempre tan ocurrentes: “Conócete a ti mismo”. Luego las comparaciones son odiosas: conservador, pseudocatólico, heterosexual... Una desgracia. Según los cánones del siglo XXI, soy un homo antecesor. No he evolucionado una dendrita. Valoro principios enranciados: la familia, el amor al trabajo, el respeto a los mayores, a las autoridades, a la propiedad privada. Las mujeres y los niños primero, y toda esa bazofia. Soy un machista. Y un facha.
 Me inculcaron unas creencias, y unos mandamientos, de los que hice una entresaca. Cumplo el 4, el 5 y el séptimo. A duras penas el décimo. Rezo, eso sí, el Padrenuestro. Solo un Dios puede componer algo tan divino: “Venga a nosotros tu reino. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Líbranos del mal…” Me sobran todas las demás teologías, todas las liturgias, todas las iglesias. Todas las religiones se me antojan una farsa. Con lo cual soy un blasfemo. Y un infiel. Cualquiera puede tirarme la primera piedra. O darme el tiro de gracia.
No soy gay, maldita sea. Bien que lo siento. Que dicen que es como tener los ojos verdes o ser alto. Pues ni eso. Mis ojos color miel -no L’Oreal, porque yo no valgo nada-, son ahora color caca. De la vaca. Y además, en cuanto a estatura, soy hecho a escala. Depredo menos. Contamino menos. Rindo igual que cualquier grandullón. Pero las féminas, ay, se pirran por la alzada. Burro grande. Y si no anda, ya lo llevarán a la reata. 
Tampoco soy mujer. No estoy en peligro de extinción. No soy especie protegida. Ahora ser varón es sospechoso. Además soy patriota, como los venezolanos. Pero no comunistoide, como los de la coleta, los colaus, o los carmenas. Soy carne de mofa. Y de retuit. No veo la 13. Ni la Sexta. Tanto montan. Y tanto desinforman. 
No soy minoría étnica, ni religiosa, ni social. Soy uno más del montón. Un simple “hetero”, sin ni siquiera el orgullo morueco de ir marcando paquete. Un desadaptado en toda regla.
¿Entonces? Tendré derecho a una ayuda, digo yo. A una ley que me discrimine de forma positiva. A una fiesta reivindicativa por lo menos. Con pancartas. Con políticos en primera fila y todo eso. ¿O no? Pues no. Porque si no soy mujer, antiespañol, maricón, minoría, o santurrón, no hay subvención. Nosce te ipsum. Lo dicho, una desgracia. 

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