Opinión

España, zona de exclusión

Africana y pirenaica. Pródiga y austera. Mística y blasfema. Hiperbólica. Diferente por sublime y por ridícula. Siempre dando la nota y, en vez de enorgullecerse de sus logros, siempre malmetiendo contra ella. Así es España. 
Y no importa que seas gallego desconfiado, riojano bebedor,  aragonés cabezota, catalán rácano, andaluz graciosillo o canario aplatanado, todos estamos de acuerdo en esta indiscutible falacia: ¡España es una puta mierda!  
Por si no había ya bastantes fisuras entre nosotros ahora nos dividimos por la bisectriz, confrontamos por el machihembrado, nos auto lesionamos por la entrepierna: mujeres contra hombres y viceversa, hasta la aniquilación total. Muerto el perro, y la perra, se acabó la sexofobia.    
España, esa corrala mal avenida más que un país, en donde no paran las performances feministas en contra de las pililas, es el país más respetuoso del mundo con las mujeres. Sí, sí, más que Suecia y Finlandia, y a años luz de Francia, Inglaterra o Alemania. Aquí, además, se vive de puta madre  (80 millones de turistas nos visitan cada año y 196  estados soberanos nos admiran desde siempre). 
Tiene, en cambio, otros problemas en verdad sangrantes que tendrían que hacernos acampar (a todos y a todas, como reiteran los que nos dividen) en las calles hasta que no cupiera un alfiler. Verbi gracia: la acuciante falta de natalidad, la escasa conciliación de la madre trabajadora (yo reivindico desde ya mismo una paga a las amas de casa aún a costa del 0,7% de la Iglesia, de las subvenciones a los sindicatos y a los partidos políticos, de las prebendas fiscales de las empresas del IBEX, etc.),  el fracaso escolar, el paro juvenil, la insostenibilidad de las pensiones, la descomunal deuda externa (gastamos más en pagar intereses, que en sueldos de funcionarios públicos), la falta de independencia judicial, la interconexión de los tres poderes, los abusos de la banca y de las eléctricas -con la connivencia de quienes nos gobiernan debido a las puertas giratorias-, la burocracia que nos lastra y el despilfarro de las 17 cleptocracias. Y, como causa y efecto, los políticos ¡Ay, los políticos! 
Pero nuestro extremismo se vuelve desidia, nuestra furia mansedumbre, nuestro dramatismo permisividad a la hora de juzgar a esa ralea que ni para donar sangre sirve. Mientras tanto todos contra todos en escaramuzas intestinas, estériles, innecesarias. España es diferente para los turistas. Para los españoles España es una zona de exclusión. Así somos. 

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