Opinión

Vigofilia/Vigofobia

Portugal ama Vigo. Es uno de los destinos favoritos de los vecinos del otro lado del Miño, como se pudo comprobar una vez más este pasado fin de semana, con la coincidencia del “feriado” en viernes y el colapso absoluto del centro y en los accesos. Hay muchos motivos para este entusiasmo, entre otros que en el país vecino en invierno se celebran poco las Navidades y menos aún el Fin de Año, mientras en verano no hay playas como las de las Rías Baixas, salvo en el lejano Algarve: el resto es una larga costa con arenales espectaculares, pero regados con fuertes ventiscas que los hace poco apetecibles para pasar un rato. De Portugal no solo llega turismo,  también alcanza hasta el 20 por ciento del público en los grandes conciertos vigueses, tanto en Castrelos como incluso en Ifevi. Como colofón a todo esto y mucho más, Vigo se ha consolidado como una alternativa muy interesante para miles de lusos. Como es Portugal para miles de vigueses, por otra parte.

Mientras todo esto ocurre, hay un creciente interés en Argentina, y así lo refleja su prensa, por los acuerdos pesqueros de las armadoras viguesas con el Gobierno de Falklands, las Malvinas, un asunto que toca la fibra de los ciudadanos del país austral. Mucho más delicado -hubo una guerra hace 40 años con Gran Bretaña- que asuntos similares como Gibraltar o incluso Ceuta y Olivenza, por señalar algunos bien próximos. Los argentinos observan con enorme preocupación la pesca del calamar en unas aguas que consideran suyas, como la totalidad de las islas. El asunto es delicado, porque las empresas viguesas defienden sus intereses mediante convenios legales firmados para el largo plazo, pero incluso evitando todo roce con Argentina es cierto que no se sabe el resultado y si puede acabar provocando cierta fobia hacia la pesca española.

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