Japón abre una nueva etapa

Publicado: 28 oct 2025 - 08:33

Es prácticamente segura la llegada de Sanae Takaichi a la jefatura del gobierno japonés, inaugurando una nueva etapa en el archipiélago. Hay motivos de celebración pero también razones para un prudente recelo. Su eventual investidura será un hito histórico: por primera vez una mujer será primera ministra en un país cuya política ha sufrido siempre un gran desequilibrio entre sexos. En la Dieta (parlamento del imperio) las mujeres apenas ocupan un 15,7 % de los escaños. Takaichi rompe un techo de cristal que parecía inamovible y eso merece encomio. Pero celebrarlo no significa ignorar los retos que se abren ante Japón con esta nueva dirigente, ni las sombras que acompañan a esta luz. La figura de Takaichi encarna una conjunción de conservadurismo social, nacionalismo acentuado y una política económica poco liberal. Su perfil es marcadamente tradicionalista: se opone, por ejemplo, al matrimonio entre personas del mismo sexo e incluso a que las mujeres puedan conservar su apellido al casarse. Takaichi también se ha posicionado a favor de la norma, similar a la ley sálica, que impide a las mujeres acceder a la sucesión al trono. Es una dirigente antiliberal en cuanto a derechos y libertades individuales. Y en materia histórica y diplomática, su nacionalismo resulta preocupante. Ha sido relacionada con círculos ultranacionalistas y ha visitado el polémico santuario Yasukuni, donde se homenajea a los criminales de guerra japoneses. Esto constituye una deplorable reivindicación del peor pasado imperial del país, que muchos socios asiáticos interpretan como una terrible insensibilidad. Los juicios que tuvieron lugar tras la derrota japonesa en 1945 fueron aún menos relevantes que los de Núremberg y hasta hoy flota en el aire una sensación de impunidad tras los terribles episodios históricos provocados en las décadas anteriores y durante la Segunda Guerra Mundial por el sanguinario etnonacionalismo nipón. Sólo en la famosa Masacre de Manila se asesinó a cien mil personas. Las atrocidades japonesas en Corea, China y otros países tuvieron proporciones sólo superadas por el Holocausto. Alemania supo pasar página, pero en Japón personajes como Takaichi vuelven a la carga una y otra vez con un nacionalismo insoportable. Sobre la cuestión de las llamadas “mujeres de confort” (víctimas de la prostitución forzada por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial), Takaichi no va a mover ficha en la dirección correcta. Asimismo, el conflicto de soberanía entre Japón y Corea del Sur por los islotes de Dokdo no se va a resolver con esta nacionalista extrema como jefa de gobierno. Que Takaichi se haya contagiado de la estúpida epidemia de hiperpatriotismo que asola el mundo es una mala noticia.

En el plano económico el panorama es ambiguo. Por un lado, Takaichi propone recortar el Impuesto sobre la Renta, lo que es sin duda una medida liberal que ayudará al crecimiento y a la simplificación fiscal. Pero esa estrategia se inscribe una lógica general que sólo puede calificarse de intervencionista, con probables estímulos estatales que impedirán la urgente reducción del tamaño desproporcionado, realmente gigantesco, del Estado. Japón carga con una deuda pública colosal, con niveles superiores al 216 % del PIB en 2024, que algunos cálculos sitúan en realidad en el 240%. ¿Va a adoptar Takaichi la disciplina fiscal o se va a dejarse seducir por el gasto público y la devaluación monetaria como herramientas de supuesta reactivación? En ese sentido, la coyuntura japonesa (envejecimiento poblacional, deflación persistente, yen débil) ha motivado durante demasiado tiempo políticas monetarias ultralaxas y estímulos sin consolidación fiscal. Y esa senda no es precisamente la de una economía gobernada por los valores liberales, por más que esa sea la etiqueta ideológica que emplea falazmente el partido de Takaichi (el hegemónico en su país), pues nunca ha sido miembro de la Internacional Liberal sino de la conservadora. Takaichi dice que reducirá esa deuda desbocada, pero su alianza con fuerzas ultraderechistas menores y su historial de intervencionismo la colocan más cerca del dirigismo que del laissez-faire.

Finalmente cabe subrayar también la relevancia geoestratégica del país que va a gobernar esta “dama de hierro” oriental, como ya la llaman algunos. Japón continúa siendo un pilar indispensable de Occidente para la contención del expansionismo chino y como actor clave en la península de Corea y en el estrecho de Taiwán. Si reafirma esta alianza estará haciendo lo correcto, pero si opta por un nacionalismo trasnochado que agrave rivalidades o incurra en posiciones aislacionistas podría debilitarse la posición liberal y capitalista que Occidente necesita en la región. La llegada de Takaichi abre una etapa que invita a observar críticamente. Japón es una locomotora que acusa fatiga. Su cambio debe ser profundo y orientarse hacia más libertad en todo: en lo económico y en lo moral o cultural, manteniendo a raya además cualquier veleidad nacionalista. Cuando parece iniciarse una nueva Guerra Fría, Occidente necesita a Japón.

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