Historia de un nuevo fracaso

Me imagino que a estas alturas debe haber alguien en el Sá Carneiro de Oporto partiéndose de risa ante el enésimo fiasco con el “pacto aéreo” de Galicia, una imposibilidad manifiesta de forma reiterada. AENA tiene los aeropuertos, las competencias y el dinero del Ministerio de Transportes para tomar sus decisiones e incluso imponerlas. Las tres ciudades pueden o no colaborar, en tanto que la Xunta no tiene ningún papel, si bien en el pasado apostó por subvencionar algunos vuelos en las tres terminales durante un tiempo. En el caso de Vigo supuso el mejor momento en rutas internacionales para Peinador, con siete funcionando de forma regular, entre ellas una clave, a Bruselas, para garantizar el nexo entre esta ciudad y la capital comunitaria. Algo que agradecían en la Agencia Europea de la Pesca, con sede en la calle García Barbón. Pero ya no: la Xunta cree que eso no funciona.

El nuevo encuentro se saldó con el compromiso de montar una mesa de negociaciones y debate sobre las necesidades de cada ciudad, un grupo de trabajo y toda la parafernalia de cuando en realidad no se quiere o se puede hacer nada. Ni una mísera medida para reactivar el transporte aéreo. Y el panorama a corto plazo se presenta desolador, ahora también en Santiago, donde pueden perder hasta un tercio de sus pasajeros y vuelos con el desmantelamiento de la base de Ryanair. En Vigo, el gran reto para 2026 será de nuevo mantener el millón de usuarios. Un desastre sin paliativos.

En Oporto, donde el 10 por ciento de su facturación es gallega y crece sin parar en pasajeros (rumbo a 20 millones), están tranquilos, porque esperaban el fracaso y un nuevo “no” a cualquier acuerdo para coordinar rutas en Galicia. Haciendo una elipsis y salvando distancias morales oceánicas, en Israel, su perverso primer ministro también debe estar esperando con alivio el “no” de Hamas al plan de paz, si es cierto lo que aseguraba Clinton de que los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad.