Opinión

Manuel García Morente, la filosofía y su vivencia

En la primera de sus “Lecciones preliminares de Filosofía” – “el libro filosófico más importante de mi maestro y amigo”, dice Julián Marías -, Manuel García Morente relaciona la filosofía con la vivencia. No se puede definir la filosofía antes de hacer filosofía. Para saber qué es la filosofía necesitamos tener de ella una “vivencia”. No es lo mismo estudiar el mapa de París, que nos proporcionará una mera idea de esa ciudad, que visitar, pasear a pie, París. Esto segundo es una vivencia.
Cuando García Morente escribió estas “Lecciones” se habían producido en su vida acontecimientos decisivos. En julio de 1936, su yerno fue asesinado en Toledo. Las depuraciones lo alcanzaron también a él, que fue despojado del Decanato de la Facultad de Filosofía – “el mejor Decano tal vez de toda su historia”, sigue diciendo Marías – y de su cátedra de Ética. Le avisaron que estaba en peligro y se trasladó a París.
Allí, una noche, tuvo una experiencia conmovedora, que él llamó el “hecho extraordinario”. Poco después, invitado por la Universidad de Tucumán, pronunció un curso de enorme interés: las mencionadas “Lecciones preliminares de Filosofía”. Un libro en el que, sigue diciendo Marías, “convergen el que había sido [Morente], el que siguió siendo, y el que podría ser”.
No hay ruptura sustancial en la vida de Morente. Aunque este itinerario esté marcado por una singular “vivencia”, por una experiencia estética del todo única, por una audición musical que vincula una reflexión filosófica inicial, que no excluye que Dios sea, y una convicción teológica final, que experimenta que Dios es. Esa audición abarcó, al menos, tres obras: La “Sinfonía en re menor”, de César Franck; la “Pavane pour une infante défunte”, de Maurice Ravel; y “L’Enfance du Christ”, de Hector Berlioz. Este “hecho extraordinario” propició el encuentro personal de García Morente con el Misterio de Dios.
Este “hecho” y lo que le antecede y sigue constituye el hilo argumental del recientísimo libro del teólogo y músico Óscar Valado (Vigo 1981), “Manuel García Morente. Una conversión a través de la música” (BAC, Madrid 2021). Una peripecia no ajena a la ciudad de Vigo, a la que regresó en 1938 desde Tucumán para cumplir con su deseo de ser ordenado sacerdote. En todo ello desempeñó un papel relevante el obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo Garay, refugiado en Vigo, en su casa de la “atalaya del Castro”, durante los años de la Guerra Civil.
Las vivencias filosóficas van más allá de las meras definiciones. Las segundas, las definiciones, solo tendrán sentido si están referidas, ancladas, en las vivencias: “En cambio una definición que se dé de la filosofía, antes de haberla vivido, no puede tener sentido, resultará ininteligible”, nos dice Morente en sus “Lecciones preliminares”.
Algo semejante sucede con la fe. Sin la vivencia, la mera definición no basta. A Jesús le preguntan: “Maestro, ¿dónde vives?”. Y Jesús les responde: “Venid y veréis”. Sin la experiencia del seguimiento no es posible conocer a Jesús.
La música puede ser un puente entre definición y vivencia, entre búsqueda y encuentro, entre razón y fe, entre verdad y vida.

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