Opinión

Linfocitos

Los linfocitos son parte del sistema inmunitario y, en esta pandemia, están llamados a hacer “horas extra”. Parece que ese es uno de los posibles efectos de las vacunas anti covid, propiciar que se generen linfocitos que paren la expansión del virus. O eso al menos he creído entender leyendo alguna noticia sobre el particular.

En nuestras parroquias contamos con unos peculiares “linfocitos”, los fieles que de manera generosa y desinteresada ayudan a desinfectar el templo después de cada celebración. Sin esta colaboración imprescindible no podríamos mantener el culto público, sino que habría que volver al estado de “catacumbas” vivido durante un tiempo a partir de mediados de marzo del pasado año.

La relación entre protección de la salud y fe es un aspecto concreto del lazo que vincula a la razón con la fe, a lo humano con lo divino. En términos teológicos esa conexión se ve regulada por lo que enseña el concilio de Calcedonia acerca de la correspondencia que, en la persona de Jesucristo, se da entre la naturaleza divina y su naturaleza humana: “sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”. Las propiedades de cada una de las naturalezas “de ningún modo queda suprimida por su unión”.

La observancia en los templos de las medidas sanitarias - uso de mascarilla, distancia social, higiene de manos, desinfección… - viene urgida por nuestra condición humana y por la consiguiente aplicación de lo que la razón dicta: hacer caso a los expertos en medicina. En absoluto esa observancia se opone a la fe, sino que se une a ella, ya que Dios cuenta con que nuestra respuesta a él – y eso es creer –  asuma la realidad de lo que somos; por tanto, también nuestra inteligencia.

La posibilidad de celebrar el culto, en especial la Santa Misa, con la asistencia libre de los fieles es decisivo para la vida de la Iglesia. Verse privados de esa posibilidad a largo plazo supondría un grave daño. De ahí la importancia de procurar con esmero que las iglesias sigan siendo, como lo han sido hasta ahora, lugares seguros desde la perspectiva sanitaria.

Comentando con una feligresa mi preocupación por la ausencia de algunos fieles en la Santa Misa, ella me contestó con gran convicción: “Si tienen fe, en cuanto puedan volverán”. Tiene razón. Aquellos que no acuden a la celebración  para preservar su salud si tienen fe echarán de menos la participación en el culto. Si tienen fe, volverán en cuanto les sea posible.

Esta pandemia está resultando un crisol para todos; nos pone a prueba, nos obliga a verificar la autenticidad de nuestro compromiso concreto con Jesucristo y con su Iglesia. “Si tienen fe, volverán”.

En nuestras parroquias estos feligreses que actúan como linfocitos contribuyen desde lo pequeño a que se haga presente lo más grande, la cercanía de Dios, su visita en los sacramentos. “Id a prepararnos la Pascua”, le dijo Jesús a Pedro y a Juan. Y así lo hicieron, en “una habitación grande amueblada con divanes”.

Son muchos los fieles que han intensificado su colaboración con las parroquias, dedicando su tiempo, su trabajo y hasta su dinero. Dios se lo pagará como solo Él sabe hacerlo.

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