Los gallus domesticus

Publicado: 03 dic 2025 - 01:35

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Escribir en estos tiempos se ha vuelto un ejercicio de humor involuntario al presentársenos la política española como un corral donde los gallus domesticus entran y salen cabizbajos del gallinero judicial, público y parlamentario. La amistad del pasado no sirve ya y da paso a miradas incisivas y colocarle el don al nombre o el señor al apellido. Los audios de Koldo cacarean tan alto que obligan a los jueces a mirar con lupa lo que está extendido en el ambiente y que huele incluso a aquellos que tienen pérdida total o parcial del olfato.

En la España de Pedro Sánchez, la agenda política se ha convertido en un auténtico criadero con karaoke de cacareos. Gallinas que entran por las que salen, como diría José Mota poniendo cruz y raya al tema del corral. Unas aves van a la granja de la Moncloa, otras a la pasarela de la cárcel, y el presidente se esfuerza en mantener el equilibrio en el aseladero, ese palo sujetador que da categoría de granjero con más plumas que votos. El caso Koldo añade el toque sonoro con 22 mil audios intervenidos que parecen un concierto de cacareos judiciales. En ellos, Ábalos es un conseguidor de favores, contratos y comisiones, y Koldo la caja de las pruebas que ya son parte del folclore político. La Guardia Civil ha documentado cinco años de adjudicaciones amañadas, y los investigadores debaten si las conversaciones fueron manipuladas o si simplemente reflejan la música de fondo de la corrupción. Y cuando entra la fiebre porcina en la granja es cuando cada gallina reivindica su porción de maíz y la política se convierte en un banquete improvisado donde nadie sabe quién pone los huevos de oro y quién se lleva la mejor porción.

Los audios de Koldo son menú degustación con conversaciones que reparten tapas como en un bar de barrio, con la diferencia de que aquí la cuenta la paga el ciudadano. Las gallinas institucionales aparecen cada vez que un ministro o asesor entra en prisión y otro sale con plumas nuevas y discurso renovado. Las gallinas judiciales son como zorros vigilantes que autorizan periciales para comprobar si los audios fueron manipulados, y las gallinas mediáticas, desde periódicos y televisiones, convierten cada cacareo en un breaking news, con titulares que parecen más de zoológico que de política.

La metáfora del corral funciona porque en este gallinero nadie sabe si el huevo que se espera será escalfado, revuelto o frito. Sánchez, como granjero en jefe, intenta que el corral no se le descontrole, pero cada vez que cloquea un nuevo audio de Koldo, el país entero se pregunta si lo que escuchamos es política o simplemente gallinas en pugna por el grano.

La peste porcina se extiende como epidemia, cada facción quiere su trozo de poder, su comisión, su cuota de protagonismo. Es la lógica del reparto, como si la corrupción se sirviera en porciones individuales, con servilleta incluida. El Gobierno pone discursos, comisiones y promesas con paja mullida; pero los ciudadanos miran el nido con escepticismo ¿saldrá un huevo milagroso o solo un huevo dorado con salsa de escándalo?

Mientras tanto, el TikTok político sustituye a la agenda parlamentaria con vídeos cortos, titulares fugaces y despertares virales. En este redil nuestro de cada día, el humor es inevitable. Lo único que falta es que alguien declare oficialmente que la corrupción también tiene plumas y que la peste porcina se ha convertido en la fiebre y dieta oficial del corral con gallinero.

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