Galicia, una vez más, ante la Cofradía del No

Publicado: 28 jun 2024 - 05:29

La historia del desarrollo económico e industrial de Galicia lo es también de una constante oposición a proyectos que el tiempo demostró que eran determinantes para el progreso de nuestra comunidad. Sucedió en el siglo XIX con el ferrocarril, que era visto como el propagador de toda una suerte de males: los bosques iban a arder al paso de las locomotoras de vapor y las vacas iban a dejar de dar leche. La ocasión más sonada en la que la Cofradía del No hizo patente su oposición en el transcurso del siglo XX ocurrió en la década de 1970. Estaba entonces formada por diversas asociaciones asamblearias, en su mayoría integradas actualmente en el BNG, que señalaban la construcción de la Autopista del Atlántico, la AP9, como “unha navallada de máis de 200 quilómetros que racha o país en dúas mitades”. En el documental de 1977 “Autopista, unha navallada á nosa terra” se llega a comparar la construcción de la autopista con la del Muro de Berlín.

Si Galicia no se hubiera enfrentado a aquel movimiento trasnochado y se hubiese paralizado la autopista, el navajazo habría ido directamente a la yugular de Galicia. La negativa a la autopista habría impedido la construcción de las autovías y con ellas se habría condenado a Galicia a un aislamiento perpetuo.

Antes de terminar el siglo XX volveríamos ver actuar a la Cofradía del No, ahora contra las plantas de transferencia de basuras, las famosas empacadoras, que causaron protestas en Ourense y en Vigo auténticas batallas campales que convirtieron al barrio de Teis durante semanas en un escenario más cercano a una guerra que a manifestaciones reivindicativas. ¿Qué pasó luego? Que lo que se anunciaba como una auténtica debacle de ruidos y mal olor para el vecindario nunca llegó a producirse. Es más. Empezaron a funcionar sin que se enterasen.

A veces, esta cofradía de opositores al progreso lo es solo a tiempo parcial. No tenemos más que echar mano de las hemerotecas para comprobar cómo el BNG apoyó durante su gobierno bipartito con el PSOE los parques eólicos y ahora está al frente de muchas protestas contra los nuevos proyectos. A esta negativa también se ha sumado magistrados (y alguno de conocido sesgo político) del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia que lleva más de mil megavatios paralizados en cerca de medio centenar de parques eólicos. ¿Cuál es la alternativa? ¿Volver al carbón? Resulta un tanto contradictorio apoyar al comité de empresa de Alcoa en sus reivindicaciones para que no se paralice la empresa de aluminio, consumidora de un tercio de la producción eléctrica de Galicia, y sin embargo privarnos de caudal eléctrico de origen ecológico que abarate el coste energético en industria.

Hoy la Cofradía del No vuelve a actuar, y de nuevo lo hace allí donde más daño hace: en la Galicia interior, en el rural marginado de proyectos. Su objetivo, un proyecto industrial que promueve la compañía portuguesa Altri en Palas de Rei, con una inversión inicial de mil millones de euros, la creación de alrededor de quinientos puestos de trabajo directos y otros dos mil indirectos en un sector, el industrial, del que la Galicia interior es altamente deficitaria y resulta imprescindible para generar empleo y fijar población.

La planta que Altri quiere instalar en Galicia utilizará materia prima de origen certificado y producción sostenible, a partir del excedente de eucalipto que existe en nuestra comunidad, para fabricar pasta de celulosa y a partir de ella “lyocell”, una fibra textil, biodegradable y ecológica y en cuya fabricación se consume una cantidad de agua muy inferior que con los tejidos de algodón. No se trata de fabricar pasta de celulosa para que la transformación con mayor valor añadido se lleve a cabo en otras localizaciones, sino de cerrar el ciclo completo en Galicia: transformar la madera en pasta de celulosa y ésta en “lyocell” para su uso en el sector textil. La buena noticia para una comarca en la que se incrementará de manera notable la oferta de empleo lo es también para el sector forestal, que encontrará mercado para su materia prima sin necesidad de salir de Galicia como sucede en la actualidad.

La Cofradía del No se opone a este proyecto argumentando razones de carácter ambiental, pero utilizando apriorismos y sin un contraste frío de datos y posiciones, sino con estimaciones o elucubraciones, como lo fueron en su día los argumentos contra la autopista, generando así un estado de opinión adverso al proyecto. ¿Con qué objetivo? Como siempre, es un misterio. El proyecto Gama aspira a contar con el apoyo financiero de las administraciones central y autonómica y la participación de fondos Next Generation de la Unión Europea, que obligan a exhaustivos controles ambientales sobre todo los procesos que se desarrollen, tanto durante la instalación de la planta como en su posterior funcionamiento. Resulta muy poco creíble que en este contexto se llegue a plantear un plan que no goce de todas las garantías exigidas en materia ambiental, porque su financiación comunitaria, y la propia de las administraciones españolas, se verían interrumpidas. Otras industrias similares, construidas en Estados Unidos o en Austria, donde se encuentra una de las más grandes del mundo, llevan años funcionando sin ningún tipo de problema.

Pero eso no resulta un argumento para la Cofradía del No, que parece consagrada exclusivamente a condenar a Galicia al atraso económico y a la pérdida de oportunidades que se basan -como en el caso de la energía eólica, de las plantas de hidrógeno verde, la pizarra, la mina de A Penouta de coltán y otros muchos ejemplos- en convertir sus propios recursos en la fuente de riqueza y empleo con las que luchar contra una desertización que amenaza nuestra propia supervivencia.

Lo que se espera de un político que gobierna o que aspira a gobernar son decisiones generosas y acciones valientes. Esas son las difíciles de defender y tomar, las que buscan la rentabilidad social a largo plazo antes que la subsistencia y el beneficio partidista a corto.

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