El eterno discurso
Ahora que los incendios forestales van remitiendo muy lentamente y se está paliando un peligro mortal que ha sembrado de fuego y muerte la geografía española, nacerá de las entrañas de suelo calcinado la eterna bronca partidaria que se genera en torno a cifras, datos, comportamientos y responsabilidades, argumentos todos ellos que servirán a los dos partidos mayoritarios para echarse en cara los errores y dejaciones cometidos durante este verano largo y denso que ha dejado la geografía nacional y especialmente la del norte en los huesos. La dirección general de Protección Civil se ha atrincherado en sus razones para no aceptar ni una de las múltiples cuestiones que ponen en duda sus actuaciones mientras Feijoo asegura que el 80% de los fuegos son provocados, porcentaje que desde el Gobierno se niega tajantemente. El Gobierno se acochina negando la mayor y clama acusando a las comunidades autónomas de que rebotan sus responsabilidades y se cubren para no descubrir sus propias carencias. Es el cuento de nunca acabar y esta dialéctica del y tú más, se prolongará hasta septiembre en el que ya no habrá fuego en el monte y se dará carpetazo al asunto hasta el año que viene en el que volverá a brotar si tenemos un nuevo verano tórrido y poco agua en las nubes.
Se trata por tanto de una situación plagada de impostura por todas partes que no persigue encauzar con sensatez y fiabilidad el combate contra el fuego sino desprenderse cada uno de sus obligaciones en la materia. Es una estrategia de defensa que no lleva a nada. Y el país lo que de verdad necesita es una actuación de consenso sin condiciones previas ni trampas dialécticas que resuelva de una vez por todas un problema de años y años al que nadie ha sabido afrontar con la intensidad, la honradez, la energía y la generosidad que merece. Los episodios suelen seguir una trayectoria pareja que consiste en encontrarse cuando el calor aprieta con media geografía española en llamas, sacrificar personal mal pagado y extenuado en su insuficiente defensa, y pasar luego al debate para defenderse de culpabilidades y echárselas al rival político. Y ese no es el camino. Mientras lo sea, estaremos todos condenados a achicharrarnos.
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