Julia Navarro
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces
La última ocurrencia del equipo asesor de Moncloa ha consistido en montar un set de televisión en presidencia del Gobierno para que Sánchez entreviste cara al público a sus propios ministros. Se trata naturalmente de una caricatura de comparecencias en directo amparadas por un público afín, al que se invita a estos espectáculos mediante sabe Dios qué mecanismo, y que procuran –o eso hay que suponer porque otra cosa no tiene sentido- el desarrollo de una política informativa más directa y focalizada, aunque a la postre lo que trasluce es una cosa así como el “Hallo presidente” de Maduro pero con ínfulas democráticas y supuesta rigurosidad si bien y justo es reconocerlo, no pueden desvincularse de un cuestionable y poco recomendable tufo populista y verbenero.
Sánchez se ha convertido en presentador y proyector de sí mismo, pero como en Moncloa nadie parece analizar con cierto rigor y sensibilidad las propuestas que se van ocurriendo sobre la marcha y solo impera el hágase y al que le toque le ha tocado, nadie ha meditado sobre las consecuencias de una propuesta tan peregrina. La realidad es que Sánchez y sus estrategas no han hecho otra cosa que despreciar el oficio de periodista y el periodismo en sí mismo, algo que a sus asesores se les da una higa pero que a los que pertenecemos a este colectivo tan mal conformado y tan permanentemente sometido al acoso exterior nos debería resultar insufrible y, más que nada, imperdonable viniendo nada menos que del presidente del Gobierno. La política informativa expresada desde Moncloa ha consistido en mandar al presidente a una cita con algunos de los comunicadores más famosos del universo audiovisual, comprobar cómo quedan esas comparecencias, evaluar los resultados –no muy lucidos por otra parte- y montar la contramedida con entrevista a la carta a la parte del gabinete que le es propio porque el otro ya no cuenta y, muy al contrario, ahora se ha convertido en correoso enemigo del que hay que abominar y del que hay que desvincularse lo más rápido posible.
Las entrevistas de Moncloa superan ampliamente el umbral del ridículo, pero sobre todo, demuestran la materia de la que está hecha la ética de los fontaneros de Presidencia. Incluso a mí, viejo periodista ya de vuelta, me ponen de mala leche.
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