La ejemplaridad de Air Europa y el ejemplo del infantil frentismo popular de Sánchez
Hace trece meses Pedro Sánchez tuvo en vilo al país cuando decidió ausentarse de sus obligaciones durante cinco días para pensar si seguía como presidente o se iba para casa ante el acoso de acciones judiciales y políticas que le rodeaban, no solo a él sino también a su entorno familiar más cercano. Lamentablemente, pasado el tiempo de reflexión (¡vaya paripé!) hizo un giro de 360 grados. Es decir, se quedó como estaba, aunque aprovechó para lanzar sus improperios contra la “máquina del fango” y su propósito de poner fin a la bulosfera, una suerte de contubernio que se había juramentado contra él a base de infundios, difamaciones y mentiras.
Trece meses después, muchos de aquellas supuestas noticias falsas, algunas han devenido en noticias que visten certificado de autenticidad. Su fiel escudero, José Luis Ábalos, martillo de herejes contra la corrupción del PP en el debate de la moción de censura de 2018, se encuentra en el foco de una causa penal: amante enchufada en empresas públicas en las que cobraba sin ir a trabajar, pisos de lujo que pagaban empresas que contrataban con el Estado… y ahora unos wasaps que demuestran la inseguridad política y jurídica que se vive bajo la presidencia de un iluminado que no solo quiere tener las riendas del Gobierno, también las de las grandes empresas, cuyos empresarios están en su legítimo derecho de defender su supervivencia y su independencia . Huelga decir que nadie aprobaría una auditoría de sus wasaps privados, pero, oiga, la privacidad de un presidente de Gobierno es mucho más pequeña que la de usted y yo, y desde luego siempre discutible.
El caso es que este presidente, a la luz de sus wasaps dudosamente privados y de sus declaraciones públicas, quiere controlar mucho más que Telefónica o Talgo, y decidir quiénes pueden ser sus accionistas mayoritarios, intervenir en la opa de BBVA al Sabadell, como quiere controlar los medios de comunicación. Y lo hace no por razones ideológicas, aunque podría parecer que le tienta un comunismo infantil intervencionista por influencia de sus socios de la izquierda más radical. Es puro afán de mangoneo. Quiere, desde la Moncloa, manejar no solo los hilos de la política, también las costuras de la economía, para construir una arquitectura de puertas giratorias con las que acumular más poder e influencia y, a la postre, perpetuarse en el Gobierno.
Sus ridículas aspiraciones de autócrata están haciendo grande a Zapatero, el hombre que aseguraba que la banca española era la más sólida de Europa y meses después tuvo que ser rescatada con más de 40.000 millones de fondos europeos. En medio de esta guerra que Sánchez mantiene para sostenerse en el poder, se están produciendo gravísimos daños colaterales. El caso de Air Europa es, tal vez el más sangrante. La mayor línea aérea de nuestro país tras la pérdida de empresas como Iberia y Vueling que ahora son de capital extranjero, está en el foco de un absurdo debate. Lo realmente tremendo es que los wasaps entre Sánchez, Ábalos y otros miembros del Gobierno pusiesen pegas a una decisión que tenía que haberse resuelto de manera automática, pues cumplía todos los requisitos como las otras 29 empresas que fueron beneficiarias del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas. En situaciones de crisis como la vivida en 2020 el deber de un gobierno es ayudar a las empresas a sortearla para asegurar su viabilidad y sus puestos de trabajo y no ponerle palos en las ruedas o retrasar la ayuda con el afán de echar fuera a su presidente, Juan José Hidalgo, y mangonearla, con la ingenua pretensión de crear un hub europeo de aerolíneas controlado desde España. Tal era la ensoñación del niñato megalómano que se hospeda en la Moncloa.
Los 475 millones de euros prestados a Air Europa han sido de los dineros mejor invertidos por este gobierno. Porque no sucedió como con la banca, cuyo rescate seguimos pagando todos los españoles. Air Europa recibió créditos con sus correspondientes intereses, a pesar de lo cual logró remontar la crisis con éxito como lo demuestran los resultados de 2024 en los que triplicó los beneficios de 2019: su cifra de negocio se acercó a los 3.000 millones de euros y llegó a enero de 2025 con más de 4.700 trabajadores (multipliquen y tendrán los cientos de millones de euros en salarios sostenidos en el tiempo) y cumpliendo con los compromisos financieros adquiridos con el Estado. Hace apenas una semana devolvió, con dos años de antelación el préstamo ICO de 141 millones que tenía desde 2020.
Que Sánchez, un hombre del que se desconocen más méritos que su tenacidad para llegar al poder a cualquier precio y mantenerse en él caiga quien caíga, se permita decir que Air Europa deba ser rescatada pero que le gustaría que no continuase en manos de quien la creó, demuestra una estulticia tan gran como la que él atribuía a su expresidente Pablo Iglesias.
La presencia de Air Europa en medio de la regueifa que mantienen PSOE y PP es de todo punto incomprensible. Primero porque fueron miles las empresas que sufrieron los efectos de la pandemia y salieron adelante después de dolorosos pero imprescindibles ERE y las correspondientes ayudas de las administraciones públicas. Y en segundo término, porque esta aerolínea no ha sido la única rescatada en Europa ni la que más dinero ha recibido. El Gobierno alemán rescató Lufthansa con 9.000 millones de euros (ya devueltos); Francia hizo lo propio con Air France, con 10.400 millones (ayudas anuladas y luego vueltas a aprobar por la Comisión Europea, en 2024); ITA Airways (compañía que sucedió a Alitalia al cese de sus operaciones en 2021) recibió 312 millones; y la TAP (que sigue bajo el control del Gobierno portugués) capeó el temporal con una ayuda estatal de 3.200 millones.
Por tanto, el uso que del rescate de Air Europa hace la política española es una inexplicable tropelía en la que se ha recreado el Gobierno, por las dudas y la falta de visión que reflejan esos insensatos wasaps de Sánchez, pero ahora también la oposición, que no tiene reparos en criticar dicha operación y horadar la marca de una empresa que, además de un servicio público esencial, es un baluarte de la marca España y el sustento de miles de familias, con tal de zascarle un guantazo al PSOE. Un PP maduro y con todo lo que lleva encima debería defender estas alturas de que en política no vale todo y, sin embargo, lo que transmite en este asunto es lo contrario. Pues no, no todo vale. Porque puestos a investigar rescates, igual los españoles estarían más interesados en investigar los no rescates realizados durante la dana. Pero esa es otra historia.
Retomando el hilo inicial y como corolario: lo que España necesitaría son muchos más empresarios de la estatura de Hidalgo y muchísimos menos políticos de talla XS.
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