Diplomacia a la española

Publicado: 15 sep 2024 - 03:16

Alguna vez he contado lo que me contaron a mí a su vez algunos amigos del ministerio de Asuntos Exteriores en una etapa de mi vida en la que trabajé con ellos. Al parecer, el constante desprestigio padecido por la política exterior nacional tiene su inicio en el Congreso de Viena y en la desastrosa actuación del enviado de Fernando VII a aquella cita, el ministro plenipotenciario Pedro Gómez de Labrador cuyo comportamiento fue tan lamentable y sus resultados tan contrarios a los intereses de país al que defendía, que desde entonces la política exterior española fue crucificada por las grandes potencias y no ha vuelto a levantar cabeza. De hecho, el embajador Gómez de Labrador acabó su vida desprestigiado, en la más absoluta ruina y más solo que la una.

Debe ser verdad ese razonamiento que me transmitieron fuentes tan informadas como diversas, porque es cierto que rara vez la España diplomática ha acertado en sus comportamientos y todo parece indicar que cada legislatura es más proclive a cometer errores de bulto en el desempeño de actuaciones relacionadas con la política exterior. La última y peregrina historia de nuestras relaciones con Venezuela, escrita además durante un tiempo dilatado y por capítulos, tiene todos los ingredientes de un sainete tan ridículo como una comedia de Miguel Miura –un genio injustamente olvidado del teatro del absurdo por otra parte- y tan incomprensible como un crucigrama escrito en cirílico. Desde la visita a Barajas de la vicepresidenta Delcy y sus cuarenta maletas hasta la provisión de exilio para el aspirante a la presidencia Edmundo González, todo ello vigilado por la alargada sombra del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, huele a choto en este teatro de marionetas en el que, con frecuencia, se convierte un ministerio que parece complacerse en hacer un lío monumental al contribuyente como si la política exterior tuviera que adquirir forzosamente la apariencia de un jeroglífico para parecer más sólida y mejor ejecutada, en la creencia de que cuanto más misterio contenga y menos nos enteremos los súbditos, más fuerte será nuestra posición en el concierto de este disparatado titirimundi.

Personalmente sospecho que esta es otra de las sesiones de prestidigitación a las que nos tiene habituado el Gobierno. Lo malo es que un día Ábalos va a terminar cantando la gallina…

Contenido patrocinado

stats