¿Dimitir o devaluar el Gobierno?, preguntó Sánchez a Rajoy
El sábado 2 de junio de 2018, Pedro Sánchez tomó posesión como presidente del Gobierno tras la moción de censura que derribó a su predecesor, Mariano Rajoy, como consecuencia de la sentencia del caso Gürtel que se había hecho pública unos días antes. En su discurso en el debate, en el pleno del Congreso del 31 de mayo de aquel año, Pedro Sánchez señaló que aquella moción de censura era consecuencia “de hechos gravísimos -insisto, hechos gravísimos- que de forma reiterada en el tiempo han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación”.
Previamente a su intervención, en nombre del grupo parlamentario socialista, José Luis Ábalos había afirmado que “los españoles no podemos tolerar la corrupción ni la indecencia como si fuera algo normal. No podemos normalizar la corrupción en nuestras vidas ni en las instituciones.”
Han pasado seis años y cuatro meses y aquellas palabras vuelven como un boomerang contra quienes las pronunciaron. Los papeles del caso “Koldo” crecen cada día que pasa, añadiendo declaraciones de los testigos, páginas de los informes de la investigación por parte de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, revelando un trapicheo de influencias para acceder a los despachos gubernativos; los millones de euros en comisiones que cobraron mediadores, conseguidores y todos aquellos que se beneficiaron de una posición de privilegio para lucrarse a cambio de favores políticos bien remunerados.
Seis años y cuatro meses después de que Ábalos justificase aquella moción por la necesidad de “sacar de la política la corrupción y volver a hablar de lo que importa a la ciudadanía”, la corrupción ha vuelto a la política y lo ha hecho desde los despachos de altos cargos de varios ministerios, de la mano de “Koldo”, el hombre de la máxima confianza del mismo Ábalos que se había erigido en ángel exterminador de corruptos y que ahora está a las puertas de ser llamado como imputado en una causa en la que su nombre empieza a figurar con demasiada frecuencia en los informes de la policía que investiga el caso. Pero la investigación apunta más arriba, apunta al “1”, nombre en clave con el que la trama se refiere presuntamente al propio Pedro Sánchez.
Han pasado seis años y cuatro meses y, de nuevo nos enfrentamos ante hechos gravísimos que sacuden a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación.
Ahora esas imágenes son las de un prófugo de la justicia decidiendo si hay presupuestos generales del estado o no; que doblega la voluntad de un Partido Socialista que se había manifestado contra la amnistía y luego presenta una ley de amnistía; un partido que defendía la solidaridad territorial y ahora propone un estatus especial para Cataluña, no por convicción política, sino como intercambio para lograr la Generalitat para Salvador Illa; un partido que aseguraba que aquella moción de censura de hace seis años y cuatro meses sería el punto final a la corrupción y que ahora se ve sacudido por una investigación por tráfico de influencias que afecta a la esposa del presidente del Gobierno. Por una trama en torno al caso Koldo del que además del lucro de millones de euros por la venta de mascarillas en plena crisis del covid-19, aparecen ramificaciones con asuntos tan turbios como la visita irregular de la vicepresidenta de Venezuela Delcy Rodríguez, corrupción en el seno de la Guardia Civil para garantizar la impunidad de la trama y un asedio, cada vez más estrecho sobre la figura del que fuera el hombre fuerte de Sánchez, José Luis Ábalos, fulminado de sus puestos de responsabilidad en el partido y en el Gobierno en 2021 por razones que aunque entonces no aclaró Pedro Sánchez ahora empiezan a explicarse con las investigaciones que están saliendo a la luz.
¿Dónde están aquellas convicciones, aquellos principios de hace seis años y cuatro meses? ¿Qué ha cambiado para que quienes decían que los españoles no podemos tolerar la corrupción ni la indecencia ahora tuerzan la cara para no mirar la indignación popular que crece de manera abrumadora a cada día que pasa al ver cómo las páginas de los informes de la UCO ponen negro sobre blanco los detalles de una trama cada vez más corrupta?
No cabe duda alguna. La única manera de poner fin al bochorno y a la indignación que apuntan al actual gobierno pasa por que Pedro Sánchez se haga la misma pregunta que le hizo a Rajoy el 31 de mayo de 2018, antes de que se votase la moción de censura: “¿Va a dimitir, o va a continuar aferrado al cargo, debilitando la democracia y debilitando y devaluando la calidad institucional de la presidencia del Gobierno?”.
Responda, señor Sánchez.
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