Diada: verdades a medias

Publicado: 12 sep 2021 - 03:30 Actualizado: 11 sep 2021 - 19:30

La Diada de Catalunya es una de las pocas festividades patrióticas en la que se conmemora una derrota en lugar de una victoria. Se recuerda aquel 11 de septiembre de 1714 durante la guerra de Sucesión, en que la ciudad de Barcelona se rindió a las tropas de Felipe de Anjou, príncipe francés que inauguró la dinastía de Borbón con el nombre de Felipe V. Tras el fallecimiento del Carlos II -último monarca de la casa de Austria- Cataluña apostó por el que les prometió más prebendas, el archiduque Carlos Francisco de Habsburgo. Desgraciadamente, se equivocó de medio a medio, y el príncipe vienes perdió la partida. La mayor parte del país se inclinó por el pretendiente francés menos los catalanes quienes protagonizaron el último episodio de la contienda. Barcelona resistió el asedio durante casi tres meses hasta que no pudo más y se entregó al duque de Berwick, mariscal inglés al servicio de la causa francesa, y pariente directo de la Casa de Alba.

Todo el episodio histórico está, en la versión elaborada por el independentismo catalán, teñido de medias verdades, situaciones manipuladas, oscuras interpretaciones, sesgos y lecturas partidistas. Lo que en septiembre de 1865 se inició con una misa solemne en memoria de los caídos en la defensa de Barcelona, pasó a ser con el tiempo una festividad cultural y artística. Después, una conmemoración en defensa de la singularidad catalana y, finalmente, el día de Cataluña, manejado y exprimido por el nacionalismo. Como vienen siendo ostunbre en el tratamiento que el independentismo catalán hace de todos los pasajes de su Historia, las figuras que tomaron parte en estos hechos se idealizaron hasta el paroxismo. Y así ha pasado a la posteridad la figura de Rafael Casanova, conceller en Cap de Barcelona durante este suceso, al que le tocó rendir la plaza. Casanova, en contra de la versión manipulada, jamás sufrió represalias por parte de los vencedores, el nuevo titular de la Corona. Fue indultado –como el resto de los insurgentes- y tras recuperarse de los rigores del asedio, siguió desempeñando tranquilamente su carrera de abogado en la Barcelona posterior a la guerra. E incluso se mantuvo fiel al candidato que defendió toda la vida, el archiduque Carlos, cuya persona y obras glosó de forma vehemente en un opúsculo redactado por él, veinte años después del armisticio. La Historia no miente. El independentismo catalán lo hace frecuentemente.

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