El despegue de Braga

Braga, ahí al lado, acaba de alcanzar otro hito como una de las tres ciudades portuguesas reconocidas entre las 21 europeas líderes en acción climática, una marca de calidad. Las otras dos están también en el Norte luso, Oporto y Guimaraes. En España hay tres, Vitoria, que lleva años poniendo en marcha con éxito políticas ambientales, Barcelona y Madrid, que entra en este selecto club.

No es la primera vez que Braga se apunta un tanto. Recordemos que en una cumbre ibérica se aprobó la instalación del Laboratorio Hispano Portugués de Nanotecnología, que ha servido para lanzar a su universidad. Braga también tomó la delantera con otras acciones rápidamente implementadas, como desarrollar un parque de ocio al que acudían no pocos gallegos y más recientemente un polígono donde se ha instalado Ikea, mientras Vigo lleva 20 años de espera por la cadena sueca, y lo que falta aún.

El éxito de Braga ha tenido consecuencias en otros órdenes. De entrada, se ha asentado como tercera ciudad lusa, tras Lisboa y cada vez más cerca de Oporto, y como polo turístico en torno al Camino de Santiago. La próxima parada será una línea de alta velocidad. Portugal ya ha dado luz verde a un proyecto para unir en 2030 Oporto con Braga y Galicia. Es poco probable la misma celeridad por parte española. En la Cumbre de Viana se aprobó un texto, muy breve y a petición portuguesa, para poner en marcha el estudio de viabilidad del AVE Vigo-Oporto. Eso supone más años de trámites y papeleos antes de iniciar una obra que creo que se hará solo por la presión del otro lado del Miño, que pretende unir su alta velocidad con la española a través de Galicia y al mismo tiempo poner más cerca sus puertos y aeropuertos.

En este siglo, Braga se ha convertido en un polo turístico, comercial y tecnológico, ha incrementado su peso en el país vecino y la población. ¿Y Vigo? Hagan cuentas.