Dentro del laberinto

Publicado: 18 may 2024 - 05:20

Las recientes elecciones al Parlamento de Cataluña han provocado un reparto de votos que, a primera vista, no parece resolver con solvencia su complicado contencioso político. Es cierto que las elecciones las ha ganado Salvador Illa, pero basta tirar de lapicero y hacer números para concluir que nada hay decidido y que a primera vista no hay presidente del gobierno autonómico salvo que se produzcan acuerdos que en principio no parecen sencillos. Hay, desde luego, un retroceso palpable de las opciones independentistas, un ganador incuestionable encarnado por los socialistas del PSC, un ascenso muy potente protagonizado por el PP y una derrota que ha fulminado a ERC. Pero los socialistas están en minoría, el deslumbrante aumento del PP no lo permite aspirar a nada, y ERC seguirá siendo el árbitro de la contienda a pesar de su fracaso. El terremoto que ha sacudido a los republicanos se ha llevado por delante a toda su cúpula incluyendo a Pere Aragonés, el político que ostentaba la presidencia. En definitiva, el escenario no ha abandonado su condición de laberinto e inspira un cierto aroma a convocatoria nueva aunque ninguno de los políticos a los que se pregunte a estas horas afirme tener en cuenta esta solución posible.

Este escenario no va a sufrir modificación ni se va a mover un pelo hasta que no se celebren la elecciones europeas cuyos resultados van a ofrecer al presidente Sánchez una visión más ajustada de por dónde circulan sus expectativas y le sugerirán la conveniencia o no de forzar la situación en Cataluña, tratar de entenderse con el amnistiado Puigdemont o, por el contrario, apostar por el aplazamiento.

Pero aunque tantas incógnitas no permitan advertir una solución pronta al entramado político catalán, lo que sí se advierte en este ámbito es una cada vez más constante sensación de agotamiento como si la aptitud, la brillantez, la capacidad y la competencia se hubieran esfumado y un panorama plano y sin el menor talento hubiera quedado tras años y años de parálisis y retroceso. Personajes como Puigdemont o Junqueras compiten en el desarrollo de un discurso aburrido e inculto, que no dice nada ni nada suscita. Ni sus palabras ni sus hechos ni su propia imagen personal. Y no son los únicos. Más laberinto.

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