Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
La corrupción, mal que nos pese, es una realidad. Una amarga y lamentable realidad cotidiana que ha caracterizado, en determinados momentos con más intensidad que en otros, la vida del hombre desde su aparición en el planeta. Tanto en la esfera personal como en el ámbito colectivo, la corrupción se puede decir que es connatural a la condición humana tal y como manifiesta la misma historia de la humanidad. Ahora en España la contratación pública, de nuevo, vuelve al candelero.
La figura de la Hydra de Lorna es un buen símbolo de la potencia e intensidad de la corrupción. Como nos ilustra la mitología griega, Hércules, encargado de terminar con el terrible animal, con la Hydra de Lorna, tuvo muchas dificultades a causa de sus múltiples cabezas y del veneno que supuraba cada vez que se aniquilaba una de ellas. Cada vez que Hércules cortaba una de dichas cabezas, surgían dos nuevas por lo que tuvo que pensar en algún sistema diferente a los empleados hasta el momento. Así, con el concurso de su sobrino, cada vez que cortaba una de las cabezas de la Hydra, utilizaba trapos ardientes para quemar los cuellos decapitados. Hércules, como cuenta Apodoloro, cortaba las cabezas y su sobrino quemaba los cuellos degollados y sangrantes. Finalmente, el hijo de Júpiter acabó con la última cabeza del animal aplastándola debajo de una gran roca. Acto seguido, Hércules bañó su espada en la sangre derramada y después quemó las cabezas cortadas para que jamás volvieran a crecer. En fin, un método nada convencional pero efectivo que conjugó la potencia de héroe central de la mitología griega con la inteligencia de su sobrino. Probablemente, la combinación de armas que se precisan para acabar con esta terrible lacra social: contundencia e inteligencia.
La lucha contra la corrupción no es sólo cuestión de elaborar y aprobar normas y más normas. En muchas ocasiones incluso la proliferación de leyes y reglamentos lo que hace es facilitar la corrupción misma. La clave está en disponer de las normas que sean necesarias, claras y concretas y, sobre todo, de un compromiso ético real, constante y creciente. Esta es la cuestión, que la lucha contra la corrupción se libra en el interior de cada ser humano y si no hay un entrenamiento en la búsqueda y seguimiento del bien entonces la cosa se complica, y mucho, tal y como estamos viendo en estos días.
Hace unos años ya lo señalo la Unión Europea, la causa número uno de la corrupción era la contratación pública. Una corrupción que, otra vez, aparece promovida y amparada por una legión de políticos y administradores que han hecho del enriquecimiento económico y la impunidad un modus vivendi prácticamente inexpugnable.
Por eso, hoy, en estos días, de nuevo vuelve al primer plano la lucha contra la corrupción. Y para ello es menester atacar sus causas. Por ejemplo, seleccionando bien a los responsables de la res pública, comprobando de alguna manera la rectitud moral de los dirigentes, reformando las normas de la contratación para que los poderes adjudicadores no dispongan de tanta discrecionalidad para adjudicar los contratos. Y sobre todo, asumiendo en la realidad práctica que se va a la política a servir al pueblo, no a servirse del pueblo.asumir. Sin ese compromiso nada, aún disponiendo de normas perfectas, nada se puede hacer, nada.
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