Coraje que no falte
La agenda de los tribunales españoles, la firma del Acuerdo de Paz en Gaza y las encuestas del gobierno Tezanos han diluido la grata sorpresa del Premio Nobel de la Paz 2025. Faltos de noticias gratificantes ese momento es flash en color. Una ola hace olvidar otra y las noticias nos tienen de marea en marea; pero nos viene bien regocijarnos con la líder opositora venezolana María Corina Machado para retroalimentar la esperanza. Las comparaciones no pueden faltar y este reconocimiento llega tras años de lucha por una transición democrática en Venezuela, marcada por persecuciones, clandestinidad y férrea resistencia frente a Nicolás Maduro. Contrasta con el polémico Nobel de la Paz otorgado a Barack Obama en 2009 recién asumida la presidencia de Estados Unidos, una presidencia en guerra todo el mandato. El Comité justificó la decisión en expectativas y no logros concretos y hasta el presidente se sorprendió.
María Corina Machado ha sido descrita por el Comité Nobel como “uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en América Latina en los últimos tiempos”. En el convulso escenario venezolano, pocas figuras han encarnado con tanta fuerza la resistencia democrática. Ingeniera, exdiputada y líder del partido Vente Venezuela, Machado se ha convertido en una gladiadora moderna, sin armas ni escudos; pero con la palabra firme y la convicción intacta.
Desde hace más de una década, se ha enfrentado al régimen de Nicolás Maduro con una estrategia clara: desobediencia civil, organización ciudadana y presión internacional. Su candidatura presidencial fue inhabilitada por el gobierno, sus actos públicos fueron perseguidos, y su seguridad personal está en constante riesgo. Aun así, no ha cedido porque sabe del poder de la esperanza colectiva. Su figura representa a millones de venezolanos que, desde dentro y fuera del país, claman por una transición pacífica, elecciones libres y el fin de la represión. En sus discursos, se la ha escuchado decir: “No vamos a negociar con mafias. Vamos a derrotarlas.” Esa frase, convertida en consigna, resume su postura: no hay espacio para pactos con quienes han destruido las instituciones.
Su estilo directo, su rechazo a la cohabitación con el chavismo y su defensa de una ruptura democrática la han convertido en una voz incómoda para muchos, pero también en un objetivo para otros. En un mundo donde la política suele estar marcada por el cálculo y la ambigüedad, Machado se ha mantenido como una defensora de principios. Concedido el Premio Nobel de la Paz, su lucha adquiere una dimensión global. El planeta la reconoce no solo como una opositora, sino como una batalladora en medio del autoritarismo. Y aunque el camino hacia la libertad de Venezuela sigue siendo incierto, su figura se levanta como símbolo de resistencia, coraje y dignidad.
Quedó resaltada su humanidad cuando, de madrugada, al informarla le salió la emoción por la gente que lucha en su país y que la mantiene como gladiadora.
Su activismo ha sido constante, sin el respaldo de estructuras estatales ni garantías democráticas. El Nobel reconoce no solo su figura, sino el anhelo de millones de venezolanos por una transición justa y pacífica. Este ideario honra al espíritu humano y a quienes, desde la acción concreta y el riesgo personal, mantienen viva la llama de la importancia de mantener libres las instituciones, limpios a los gobernantes y conscientes a los ciudadanos.
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