Las bodegas presidenciales

Publicado: 21 ene 2022 - 03:29 Actualizado: 20 ene 2022 - 21:29

La vida y milagros de José Ignacio Urdangarin Liabert, comenzó a manifestarse como impropia de un ser humano común y corriente el día en que coincidió con la infanta María Cristina de Borbón y Grecia en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Él formaba parte de la selección de balonmano y ella participaba en la disciplina de vela. Allí comenzaron a intimar –los rumores apuntan a que ella intimó primero con los jugadores de waterpolo- para casarse en 1997. Él era hijo de un personaje de cierta relevancia en los ámbitos del nacionalismo vasco como militante histórico del PNV y presidente de la Caja de Ahorros de Vitoria, al que su partido colocó en aquel estratégico puesto para que gestionara los fondos secretos peneuvistas. Como su madre es una distinguida señora belga sin atisbo alguno de sangre azul, el matrimonio fue de los llamados morganáticos que necesitó varios acuerdos estratégicos. Por ejemplo, improvisar un título universitario en Empresariales a la medida del novio que, por aquellos tiempos, no tenía otro oficio ni más beneficio que jugar a la pelota y muy bien por cierto.

Una vez incluido en la Familia Real, Iñaki Urdangarín sospechó no sin cierta razón que todo el monte es orégano, y a ello se dedicó en cuerpo y alma aprovechando que las concesiones comenzaban a caerle del cielo. Vicepresidente del Comité Olímpico y convertido en hombre de negocios por una empresa llamada Nóos compartida con su antiguo profesor Diego Torres, el yerno del Rey y cuñado del príncipe de Asturias se dedicó expresamente y usando su privilegiada situación a la muy reconfortante actividad de ganar mucho dinero. Lo hizo en la más absoluta impunidad y suponiendo que por ser quien era estaba facultado para hacerlo. Y así hasta que intervinieron los tribunales y lo condenaron a seis años de cárcel de los que ha cumplido tres y medio. Del cielo al infierno y del infierno a la libertad bajo fianza con trabajo en un gabinete técnico de Vitoria donde ha aprovechado para liarse con una compañera de directorio llamada Ainoa Armentia en trance de separación aunque casada y con dos hijos. Decididamente, la vida de este caballero no es la de cualquiera. En una cosa sí tenía razón el emérito, ya ves. No le tenía mucho aprecio… “A mi yerno le podéis atizar hasta que se os canse la mano –advirtió- pero a mi hija ni se la toca”. La prensa rosa no va a dar abasto con lo que viene.

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