Tras Biden, una candidatura de unidad

Publicado: 27 jul 2024 - 05:39

Joe Biden se empecinó en mantener la candidatura al borde del colapso. No daba una al debatir con su oponente ni al nombrar a sus colaboradores. Llamar Putin a Zelenski no fue el menor de sus gazapos. Pretendía ganar la elección con ochenta y un años, y abandonar la Casa Blanca… ¡con ochenta y cinco! Todo el mundo sabía que antes se habría producido la jura de Kamala Harris por fallecimiento o incapacidad de Biden. Por otro lado, Donald Trump también da muestras constantes de problemas cognitivos y comete abundantes lapsus, por más que parezca más robusto. La primera reflexión que debe motivar la renuncia de Biden es la necesidad urgente de implantar un límite de edad para que las futuras elecciones no puedan ser entre seniles. Si no se puede ser director general de una gran empresa en la octava o novena década de la vida, tampoco se puede ser presidente de un país. Es de puro sentido común.

La segunda reflexión es mucho más política. Biden ha sido un presidente débil. En el interior no se ha atrevido a corregir la deriva de gasto y deuda heredada de Trump, y ha ido cediendo espacios en el movimiento demócrata a la extrema izquierda. En el exterior no ha tenido los arrestos necesarios para hacerle frente de verdad a Vladimir Putin y Xi Jinping. La famosa frase “America is back”, con la que él y su secretario de Estado Antony Blinken iniciaron la legislatura, se ha quedado en agua de borrajas. Infinidad de republicanos normales, no seducidos por la secta MAGA (“Make America Great Again”) de Trump, afirmaban hasta hace poco que en noviembre votarían a Biden con la nariz tapada. Pero es tan grave la amenaza MAGA para la república estadounidense y para el conjunto del mundo semilibre, de raíz occidental, liberal e ilustrada, que la alternativa a Trump no puede ser acudir a las urnas con una pinza en la nariz. Los Estados Unidos de América se encuentran hoy en una encrucijada histórica de extraordinaria importancia. Lo que suceda en noviembre marcará el futuro de ese país y del mundo por varias décadas. Es un momento para la altura de miras, para el sentido de la Historia, para defender lo fundamental sin perderse en los detalles. Debería ser un momento para la generosidad del Partido Demócrata en la configuración de la candidatura a presidente y vicepresidente, el conocido “ticket”, en la convención que celebrará el mes que viene.

Ante la marcha de Biden, los demócratas están considerando todo, desde recuperar a Barack Obama como líder o, más inteligentemente, como humilde vice de Kamala Harris, hasta dar el paso definitivo hacia la izquierdización del partido y ponerle a Harris un vice aún más intervencionista que ella. Son opciones temerarias que podrían llevarles a una derrota aplastante. En las microprimarias que plantea Nancy Pelosi podrán surgir sin duda nombres de gobernadores prestigiosos, jóvenes y con buena imagen, como el de California, y eso sería normal si las circunstancias también fueran normales. Pero no lo son. El país se enfrenta a la posible, por no decir probable, entronización de un emperador impulsado por toda una quinta columna decidida a deshacer la herencia de los padres fundadores. Se enfrenta a un peligro existencial porque media América ha optado por el populismo más delirante y pretende darle la vuelta a la evolución cultural individualista de los últimos cincuenta años mientras establece también un gobierno altamente intervencionista en lo económico. Lo peor que pasará si gana Trump es la llegada al poder de extremistas como el candidato a vice del movimiento MAGA, J.D. Vance, y otros miles de personas que detestan el modelo liberal, la alternancia, la separación de poderes, la liberación de las mujeres y de las minorías, el libre comercio exterior, la neutralidad confesional del Estado o la evidencia incontestable de que su país es un país de inmigrantes.

De ahí la tercera reflexión: el Partido Demócrata, si de verdad quiere a su país y a la libertad mundial, debería ser consciente de que en este momento histórico excepcional debe ofrecer la vicepresidencia a un republicano sensato, como Romney o como el ex vicepresidente Pence (a quien los MAGA intentaron ahorcar en el asalto al Capitolio), en una candidatura de unidad y salvación nacional que junte a los demócratas y a los restos del partido de Reagan y Bush padre. Deben moderar el izquierdismo de Kamala Harris y prometer un gobierno centrado, formado por demócratas sensatos y republicanos no MAGA. Deben asegurar al mundo que Washington, esta vez, sí estará de vuelta para frenar el espantoso avance de Putin y Xi en el tablero mundial. Si gana en noviembre el candidato del zar, a los europeos más nos valdrá ponernos a aprender ruso. Hace falta esa candidatura conjunta de unidad y salvación. Pero, aquí va el spoiler, los demócratas no van a estar a la altura. Les podrán las ambiciones personales y el rechazo visceral a los republicanos en general, sin diferenciar entre los MAGA y los normales. Si no hay un milagro en noviembre, América, Europa y el mundo se van a internar en una época política, geopolítica y económica muy negra.

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