Opinión

Y tú, ¿qué líder elegirías?

Hace unos años me invitaron a un coloquio para charlar sobre el liderazgo que había desarrollado el presidente estadounidense Abraham Lincoln. Una de las cosas que más me han llamado la atención de este personaje histórico es su alto grado de inteligencia emocional y empatía. Efectivamente, a lo largo de la historia de la humanidad siempre han aparecido diferentes figuras que representaban el liderazgo en tiempos complicados, ya fuese espiritual, político, empresarial…, todos ellos muy dispares pero casi siempre con un rasgo en común: la empatía, que según la RAE es «la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos».

En un reciente estudio publicado por la consultora EY se pone de manifiesto que siete de cada diez líderes encuestados se sienten plenamente preparados para afrontar los retos en el mundo de los negocios tras la pandemia, donde se impone un liderazgo humanista, con la persona en el centro de la gestión. Mi experiencia en gestión me ha llevado a concluir que un verdadero líder debe apoyarse en dos pilares fundamentales: las actitudes personales y la metodología de gestión. Ambos son necesarios y complementarios.

Algunas de las actitudes personales que debe reunir un buen líder son: 

Promover el cambio, planteándolo como un reto e involucrando a todos los componentes de su equipo para que lo vean como una oportunidad de desarrollo profesional.

Ejercer la responsabilidad, la perseverancia y la constancia.

Practicar la coherencia.

Ser humilde, reconociendo errores y pidiendo ayuda cuando sea necesario.

Practicar la escucha activa y empatizar con el equipo.

No capitalizar los triunfos, sino hacer partícipe a todo el equipo, transmitiéndoselo así a los superiores. Es lo que llamamos el Liderazgo Compartido.

Promover un clima de confianza en el que debe primar la transparencia.

Además, tenemos que aplicar cierta metodología de gestión. Un buen líder no debe improvisar, sino que debe realizar un análisis objetivo del entorno, tanto interno como externo, para después planificar y anticiparse a lo que pueda impactar en nuestros negocios. Solo así seremos capaces de ver oportunidades -donde otros únicamente ven problemas-, y apoyándonos en las fortalezas de la compañía, encauzar a nuestros colaboradores hacia los nuevos objetivos y ayudarles a alcanzarlos. Pero el atributo fundamental de un buen líder es la comunicación. Una buena comunicación con todos y cada uno de los miembros del equipo, que les haga partícipes de las decisiones y proyectos para tenerlos motivados y alineados con los objetivos. 

Henry Kissinger apuntaba que un líder debe vencer el miedo hacia lo desconocido y utilizar la magia de la visión de futuro para indicar al equipo el lugar al que conviene dirigirse y fijar los objetivos que deben alcanzarse en el camino hacia ese destino, un destino, que debe de ser mejor que el punto del que partimos.

Si tuviera que elegir a un líder como aquella persona que nos dirige hacia una mejor situación, me quedaría con Nelson Mandela: «Un verdadero líder se sirve de cualquier problema, por muy serio o sensible que sea, para asegurar que al final salgamos más fuertes y más unidos que antes».

Y tú, ¿qué líder elegirías?

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