Los socialistas ganan en Portugal con amplia ventaja y rozan la mayoría absoluta
Antonio Costa logra el 42% de los votos mientras el centroderecha de Rui Rio se queda en el 29%. El ultraderechista Chega, tercera fuerza
António Costa suma y sigue. El socialista incombustible que dio la vuelta a una derrota en 2015 y formó Gobierno con un inédito pacto de izquierda sumó ayer otra conquista al vencer las elecciones pese al fracaso de su último gabinete a mitad de legislatura y de una desgastante pandemia. El Partido Socialista (PS) ganó ayer con una amplia ventaja, cerca del 42% de los votos, cuando el escrutinio superaba el 96%. Un recuento que le permitiría acercarse a la mayoría absoluta.
El líder de la oposición, Rui Rio, del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), obtendría algo más del 28% de los sufragios. El ultraderechista Chega, que sólo tenía un diputado en el Parlamento, se colocaría como tercera fuerza con más del 7% de los votos, mientras que los antiguos socios de la izquierda que formaron con los socialistas la llamada “geringonça” en el Gobierno ven empeorar sus resultados. El Bloco de Esquerda, tercera fuerza en 2019 con casi el 7%, caería ahora a la quinta posición, con un 4,3%, y la coalición de comunistas y verdes se quedaría en el 4,2%.
Costa se jugaba todo ayer. Si en 2019, tras cuatro cómodos años con el apoyo de la “geringonça”, era el evidente favorito en las encuestas, esta vez los sondeos no dejaban claro que el socialista pudiese volver a vencer en las urnas. Su círculo más próximo no dudaba de su audacia en tiempos difíciles, pero tras seis años de Gobierno, dos en pandemia, empezaba a sonar la palabra “cansancio”.
Sin embargo Costa, que se estrenó en política con sólo 21 años, y que ya es uno de los rostros más carismáticos de la política lusa, tuvo que sortear su enésima crisis. Casado -su mujer le ha acompañado durante toda la campaña- y con dos hijos, el líder socialista, reconocido como trabajador incansable, pragmático y temperamental tiene un nuevo desafío por delante: conducir a Portugal en el camino de la recuperación tras la pandemia.
POLÍTICO PRECOZ
António Luís Santos da Costa (Lisboa, 1961) fue precoz en política. A los 14 años pegaba carteles del Partido Socialista en la calle y se decidió a estudiar Derecho para ser como Perry Mason. Hijo de un escritor comunista originario de la excolonia lusa de Goa (India) y de una periodista, Costa, bromean sus colaboradores, “bebió la política en la leche materna”.
Marcelo Rebelo de Sousa (derecha), hoy presidente de Portugal, fue su profesor en la universidad; se estrenó como abogado en el despacho del expresidente Jorge Sampaio y fue apadrinado por los grandes del socialismo portugués, desde António Guterres a Mário Soares o José Sócrates.
En 1993, compitió por la alcaldía de Loures -en el cinturón rojo de Lisboa- y organizó una inverosímil carrera entre un burro y un Ferrari para denunciar los problemas de movilidad. Ganó el burro. Costa perdió, pero logró popularidad dentro y fuera del partido.
Fue ministro con Guterres, pasó por Bruselas y regresó como número dos de Sócrates. Pero su “asalto a los cielos” comenzó en 2007. Recuperó el Ayuntamiento de Lisboa para los socialistas, aunque tuvo que pactar con la izquierda en una premonitoria “geringonça”, antes de que dos mayorías absolutas en la capital (2009 y 2013) catapultaran su liderazgo en el PS.
Un político “Duracell”
Antonio Costa fue todo, o casi todo, en política: concejal, secretario de Estado, ministro, portavoz parlamentario, vicepresidente del Parlamento europeo y primer ministro. La experiencia le sirvió, y mucho, en 2015, para cerrar la alianza con el Bloque de Izquierda y los comunistas en un Portugal ahogado por la crisis y la austeridad impuesta por la troika. El “matrimonio” duró poco. En 2019, Costa aceleraba el “divorcio” tras una victoria agridulce que le dejó al borde de la mayoría absoluta. Medios portugueses llegaron a bautizarle como el político “Duracell”, en alusión a las baterías que, según la publicidad, “duran, duran y duran”.
Sus adversarios le acusan de ser un hombre “de Lisboa”, centrado en la burocracia y desconectado del Portugal “real”. Antes de que se quebrara la legislatura, Costa tenía otros planes. Los rumores le ubicaban en Bruselas en un par de años. Ahora, asegura que “no dará la espalda” a sus electores y a ellos se dirigió ayer durante la celebración de los comicios lusos llamándolos a participar en una “fiesta de la democracia” en la que “cada ciudadano y ciudadana decide el futuro del país”. Un futuro que el dirigente socialista tiene ahora en sus manos gracias al amplio triunfo que cosechó ayer y que consagran una victoria histórica, definida por el director de campaña del PS, Duarte Cordeiro, como victoria de la humildad, de la confianza y de la estabilidad”
Admirador del británico Winston Churchill, ahora al socialista solo le falta un cargo en su currículum: la Presidencia portuguesa. ¿Se ve como presidente? Le preguntaron en una reciente entrevista. “No, tengo la certeza de que es un cargo que nunca ejerceré”.
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