Polonia se transforma en campamento de refugiados

Se calcula que unos dos millones de ucranianos han cruzado ya la frontera con la vecina Polonia. Las estaciones de tren de Varsovia como Dworzec Wschodni y, sobre todo, Dworzec Centralny, las principales de la capital polaca, se han convertido en una especia de campos de refugiados temporales, mientras no se desplazan a otros lugares de acogida.

Son gentes de todas las edades, pero principalmente mujeres con niños y personas mayores, que han encontrado el apoyo, la colaboración y la solidaridad de miles de varsovianos que se vuelcan en hacer un poco más amable la estancia de los refugiados de la guerra en estos espacios.

Decenas de voluntarios, identificados convenientemente, se mezclan con los refugiados ofreciéndoles información, comida o cualquier otra ayuda que les puedan dar. Entre los voluntarios hemos hablado con tres jóvenes españolas. Son de Granada, Navarra y Canarias, estudiantes de Erasmus que han querido ofrecer su tiempo para ayudar en lo que pueden: reparten alimentos entre los acogidos en Dworzec Centralny, la estación de trenes más importante de Varsovia.

Transporte especial

El gobierno de Polonia ha dispuesto de transporte gratuito para los refugiados que quieran desplazarse a algún país de la Unión Europea, y desde el inicio están saliendo trenes especiales de las estaciones polacas con destino a los países que acogerán a esta marea de refugiados que huyen de la guerra en su país.

En el entorno de las estaciones se han levantado carpas donde los ucranios reciben comida y atención. Decenas de autobuses se encuentran dispuestos a trasladarlos a otras ciudades donde tienen parientes que ya estaban en Polonia como trabajadores del sector primario, de amistades o de familias polacas que los acogen en su seno mientras dura el conflicto.

En nuestra visita a Dworzec Centralny hemos comprobado la tragedia de los refugiados. El suelo se ha convertido en cama improvisada donde se ven colchones, ropa de abrigo haciendo de jergón o unos simples cartones sobre los que alguna ropa aísla del suelo.

En cajas, aquí y allá, hay ropa para que quienes la precisen la utilicen. Muchos de los refugiados que se encuentran en Polonia han huido con lo mínimo. También hay cajas con juguetes, algo que puede dibujar una sonrisa en los más pequeños que no entienden lo que ocurre.

Entre los refugiados, se pueden ver mascotas, algún gato, pero sobre todo son perros cuyos propietarios no han querido abandonarlos en un país en guerra y siguen con sus dueños un viaje que aún no saben dónde terminará.

Madres jóvenes, con bebés en sus brazos, han perdido la sonrisa y su cara es un poema de dolor, de desesperanza. Algunos permanecen echados sobre los improvisados colchones; otros se cubren con una manta, o un abrigo como para dormir esperando despertar de esta pesadilla. Un abuelo abraza, mientras le acaricia la espalda, a su nieto adolescente, ambos echados sobre lo que quiere ser un colchón.

Hay mujeres con los ojos secos, porque han derramado todas las lágrimas que aún les quedaban, otras que tienen los ojos vidriados por el dolor y la incertidumbre. Cientos de mujeres, porque la mayoría son mujeres, se desplazan en filas que se mueven lentamente para dirigirse a determinadas ventanillas. Hay carteles en lengua ucrania con distintas informaciones. Todo para intentar hacerles un poco más fácil esta huida desesperada de la guerra dejando atrás todas sus vidas.