La selección española de balonmano, con el cangués Rodrigo Corrales, pasa a las semifinales
Juegos Olímpicos | Balonmano
El ataque 7 contra 6 culminó la remontada de los Hispanos camino de las semifinales
La selección española atravesó el Imperio Romano de punta a punta. Porque los Hispanos marcharon sobre Egipto y lo conquistaron. No fue como Octavio Augusto en la batalla de Actium. Ni como Napoleón al pie de las Pirámides, 1.800 años después. Desgraciadamente, y al revés de como debiera ser, las guerras no son vestigios del pasado y las treguas olímpicas sí. Pero balonmano mediante y en la mayor cita deportiva del mundo, España batió ayer a una sensacional selección egipcia gracias a la mano de otro estratega de época: Jordi Ribera cambió el partido atacando con siete y culminó la remontada en la prórroga para meterse en semifinales. De nuevo, en la lucha por las medallas.
Fue un madrugón que mereció la pena. Así sabe mejor asumir la brillante idea de poner una competición de élite a las 9:30 de la mañana y que el otrora habitual turnismo en la portería pasase a la historia. Una pena para el cangués Rodrigo Corrales. Pero no se puede decir mucho con el colosal partido de Gonzalo Pérez de Vargas, que va mucho más allá de sus trece paradas y su 36%. El primer tiempo del toledano es descomunal. España se fue cuatro abajo al descanso (8-12) pero es seguro que la distancia habría sido fácilmente el doble de no ser por su portentosa actuación.
Porque el encuentro de ayer dejó claro que Egipto ya se sienta en la mesa de las mejores selecciones del mundo. Su meteórica evolución en los últimos años ha deparado un equipo completo con defensa, portería, lanzamiento exterior, varios sistemas y un pivote que se desliza por la línea cual cobra por el desierto. Ahmed Adel hizo mucho daño al 6:0 español y cuando él no picaba, abría espacios para los cañoneros como Hesham o los hermanos Elderaa.
Pero el gran lunar de los Hispanos en la primera mitad fueron las pérdidas. Hasta ocho. Los faraones se defendían bien, pero salvo un parcial de 3-0 con varios contraataques, la selección vivió un atasco ofensivo permanente. Y con Mohamed Aly agrandado en la portería. Por eso, la extraordinaria producción de Pérez de Vargas fue fundamental para albergar esperanzas de remontada.
Y el caso es que el decorado cambió en la segunda parte. Quizá no en el resultado, ya que España apenas redujo uno o dos tantos la distancia. Pero sí en la sensación. Tarrafeta crecía en el partido y las decisiones eran mucho más lógicas. Solo faltaba un céntimo para el euro y Jordi Ribera tomó cartas en el asunto.
El técnico catalán apostó por vaciar portería, atacar con siete y pasar a defender 5:1. Decisión ganadora. Hubo que sufrir lo indecible y seguir picando piedra en la prórroga, pero Egipto nunca encontró soluciones. Salvo un tiro de Tarrafeta al palo, todos los ataques acabaron en gol. Álex Dujshebaev se agigantó en unos minutos finales infernales para cualquiera que él convierte en un spa. Aleix Gómez, infalible desde la esquina y los siete metros. Solo era cuestión de tiempo.
Egipto marró su último intento y en la prórroga se mantuvo la dinámica. Como un martillo, cada ataque español acababa en gol y añadía presión a la escuadra norteafricana, que terminó de hundirse al estrellarse con un muro más sólido que las pirámides. Pérez de Vargas sacó el último lanzamiento y completó la resolución del enigma de la esfinge.
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