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Una nava es una llanura cercada por montañas, generalmente sin árboles y con predominancia de vegetación arbustiva. Numerosas localidades en España llevan este nombre. Nava de la Asunción, por ejemplo. Este municipio segoviano, de menos de 3.000 habitantes, ha logrado convertir a su equipo de balonmano en la revelación de la Liga Asobal. El año pasado fue sexto y ahora marcha cuarto, a un solo punto del segundo puesto. Así, un pequeño pueblo ha conseguido alumbrar un gigante. Es el caso de la irreductible escuadra navera y también de su central, un Borja Méndez que viene de ser el mejor jugador de la pasada jornada.
“Se podría decir que atravieso mi mejor momento”, confiesa el vigués al otro lado del teléfono. A sus 28 años ha alcanzado la plenitud física, acompañada de una madurez muy necesaria para brillar en su posición, la de director de orquesta. “Estoy en mi ‘prime’, como se dice ahora”, bromea. “En mi puesto se nota aún más el bagaje. Cuando eres joven tiendes a tirar de individualismo, pero al ir creciendo aprendes a trabajar mejor las situaciones tácticas y a leer los partidos: Llega un punto en el que eres capaz de alternar ambas facetas y ahí es donde sale tu mejor versión como jugador”, desgrana desde ese pequeño rincón, que tanto él como sus compañeros han convertido en irreductible. “Es muy pequeño y hay poca gente, pero es muy tranquila, con mentalidad trabajadora. Cuando llevas aquí dos semanas, ya te tienen completamente acogido. Eres uno más y eso se nota. Ayuda a sacar tu máximo potencial”, proclama Méndez en su segunda temporada en el Nava.
El caso es que el canterano del Lavadores suma ya más de 200 partidos -203- en Asobal, donde ha competido en Teucro, Anaitasuna, Benidorm y Pucela antes de llegar a su reducto segoviano. “Todo el equipo vive aquí. Se está muy a gusto”, explica, al tiempo que apostilla que la capital de la provincia está a 40 minutos y Valladolid, a una hora. Hay tiempo para todo. Sobre todo, para el balonmano. El conjunto navero fue sexto la campaña pasada en un aviso de lo que podía darse. “Se nos quedó un poco corta la liga y queríamos más”, destaca Méndez, pieza importante en un entramado con nombres de mucho nivel como los hermanos Guardiola, Adri Nolasco o, igual que Borja, los incombustibles exjugadores del Octavio Gonzalo Carró y Yeray Lamariano. A este nivel y tras derrotar a un grande como Bidasoa, todo es posible. También Europa. “El equipo lo sabe”, reconoce el vigués. “Es un objetivo difícil, pero tenemos jugadores de calidad para lograrlo. Si conseguimos seguir sacando puntos en los partidos duros que tenemos ahora, nos puede servir para enganchar la segunda vuelta en los puestos de arriba y poder intentarlo”, reflexiona el vigués, mezclando prudencia y esperanza. Un deseo a cumplir en la nava que alumbra gigantes.
Borja Méndez es producto de la prolífica cantera del balonmano vigués. Se formó en el Lavadores y cuando pasó a sénior, fichó por el malogrado Octavio. Como cualquier amante de este deporte en la ciudad, lamenta su desaparición. Pero, aún más, que no haya habido un heredero. Pero no pierde la esperanza. “Ojalá que una ciudad como la nuestra, a la que siempre le ha gustado tanto el balonmano, vuelva a tener otro equipo peleando arriba. Sería muy bonito”, expresa el central del Nava, siempre muy pendiente de lo que ocurre en casa.
Pero, al menos de momento, esa situación parece lejana. “Es la pregunta del millón”, bromea Borja al ser cuestionado sobre qué se puede hacer. “Muchas cosas”, inicia, antes de centrarse en una de ellas. “En particular, me gustaría ver un poco más de colaboración con los clubes", apunta. “Ocurría cuando vivía en Vigo y me consta que sigue pasando porque tengo amigos jugando en la zona. Somos cuatro gatos y siempre estamos peleados”, lamenta Méndez, que indica que esto “sucede en todos lados y no solo en Galicia” en referencia a sus propias experiencias. “Sería importante que no hubiera tantas zancadillas. Unir fuerzas sería lo mejor para el balonmano como deporte y para los chavales que lo practican. Para todo el mundo, en realidad”, concluye.
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