La muralla no deportiva del Vigo Rugby

Victoria y título de Liga Gallega, uno más para el Kaleido Universidade Vigo Rugby en una rutina casi constante. Sucedió el pasado sábado en el campo de As Lagoas Marcosende y el título sirvió para desbordar la felicidad. El siguiente paso sería el ‘play-off’ de ascenso e intentar regresar a la División de Honor B en la que tantos años militó el conjunto vigués y que dejó con la pandemia allá por 2020. Sería el paso lógico en lo deportivo, pero el peldaño es una escalera. Una muralla que, por el momento, es casi imposible de superar por muchos condicionantes, fundamentalmente económicos. Pese a que la decisión no está tomada al 100%, todo indica que habrá que esperar.

Así lo admite la presidenta de la entidad, Berta Álvarez, y lo explica desde el propio interior del club. “Justo tuvimos una reunión para hablar de eso”, relata. Y es que el Vigo Rugby se encuentra en una encrucijada y la salida no es sencilla. Lo recomendable es volver a dar una vuelta más a la rotonda y mantenerse en Galicia. Fuera, pese a que es tentador, hace frío y la cartera quema. “Llevamos años pidiendo que se cambie la División de Honor B a nivel español porque, en la actualidad, nos obliga a realizar seis viajes al País Vasco y otro a Navarra… De esta forma, es muy difícil de asumir una categoría así. Lo es por la parcela económica y porque los jugadores que son amateur tienen un desgaste notable. Están obligados a tomar un autobús un viernes para jugar el sábado a la tarde o el domingo a la mañana y, después, volverse y levantarse el lunes para ir a trabajar. Hay que estar muy motivado”, explica la dirigente.

De hecho, desde Galicia se montó un grupo para pedir cambios en la segunda categoría del rugby español y que se pueda formar con equipos de Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla-León. “Y, si no es posible, que creen una Primera Nacional que sea más asumible, una tercera categoría que nos permita salir de la autonómica”, explica la dirigente. No es sencillo y, en el caso de aprobarse alguna de estas propuestas realizadas por la Federación Galicia de forma conjunta con los clubs, no llegaría hasta el curso 2026/27.

Una perspectiva a largo plazo que llegará en meses. En lo inmediato, el club tiene ya menos de diez días para decidir si se anota a la fase de ascenso a División de Honor B. Debe dar la respuesta antes del 20 de abril y existe un miedo porque “si nos anotamos y después logramos la plaza y renuncias, te penalizan”. Una sanción que serían dos años sin poder aspirar a subir y una multa económica. No obstante, el club sí que desea jugar esa fase por un hecho competitivo, ya que “así podemos ver nuestro nivel con los equipos de fuera” y porque “daríamos un premio a los jugadores después de todo el trabajo”.

Lo que sucede es que la situación del Vigo Rugby es general. En una situación normal, ganar una categoría sería realmente complicado porque hay una plaza para un sector amplio de equipos. Están los matices y Berta Álvarez aclara que “el año pasado no nos anotamos nosotros ni otros 18 equipos. Nadie quería ascender”. Por lo tanto, apuntarse para jugar supondría, en un año de desbandada general, ganar una plaza en la categoría superior sin saltar al campo y podría ser un problema.

Esta situación actual no implica que el Kaleido Vigo vaya a renunciar de forma perenne a un posible ascenso. Sabe que es una cuestión de tiempo y de no repetir errores del pasado. “En otra época estuvimos ahí, pero teníamos que fichar mucho de fuera. Estuvo a punto de enviar el club al garete”, matiza la dirigente. Por ello, desea que madure el grupo actual de jugadores y lleguen más de las categorías inferiores. “Tenemos una plantilla muy joven y esto es positivo porque tienen ese margen de mejora, pero no es suficiente. Necesitamos más para División de Honor B", aclara. El pasado sábado, en la final ante el CRAT, en el quince inicial de Chema Fernández había cuatro jugadores sub-20 y 3 sub-23. Algo realmente complicado en el rugby. Habla del trabajo de cantera, pero también de la necesaria maduración. Aunque en la directiva del club también saben que no pueden cortar las alas a los jóvenes o volarán a otros lugares.

Igual todavía no es el momento, pero la perspectiva del ascenso está en el horizonte. La parcela deportiva, antes o después, parece estar encaminada, pero la económica, con el formato actual, tiene difícil solución. “Nos prometieron que subirían las ayudas a la élite, pero también necesitaríamos mejorar la financiación de patrocinadores privados”, admite Berta Álvarez. Como jugadora sabe mejor que nadie que siempre hay ambición, pero en la dirección, sabe que “desplazar a un equipo de rugby es caro. Son 23 jugadores más cuerpo técnico. No es como un conjunto de fútbol sala o así. Cada viaje no nos baja de 6.000 euros”.

La meditación seguirá estos días para analizar si es conveniente o no apuntarse a la fase de ascenso. En la última que jugaron, poco después de renunciar a División de Honor B, perdieron en el campo, pero “nos ofrecieron subir porque también hubo renuncias de otros equipos”. Aquello no conllevó ninguna represalia porque el puesto ya no correspondía a la formación olívica, pero esa sensación de que “ascender igual es más sencillo de lo que parece”. Eso sí, poder jugar esa promoción sí que parece recomendable porque también “serviría para ver el nivel de los jugadores y que ellos pudieran calibrar lo que necesitan en el futuro para llegar a esas cotas”.

Son días de pensar, de reflexionar y de configurar el futuro en el Vigo Rugby. En la añoranza, en los recuerdos, queda la época de División de Honor B e, incluso, de División de Honor, cuando peleó con los mejores equipos de España. Tiempos de jugadores neozelandeses en As Lagoas, de rugby de nivel gigantesco, de victorias ante clubs míticos de España o de ver cómo jugadores del equipo vigués vistieron la elástica de la selección española. Es el recuerdo de los buenos tiempos, pero también de tiempos que generaron sombras que todavía se pagan.