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Lleno el primer día de mercado de agosto en Sabarís

Clienta probando una muestra ofrecida por un feriante al lado de otra hablando por teléfono sin mascarilla, ayer.
photo_camera Clienta probando una muestra ofrecida por un feriante al lado de otra hablando por teléfono sin mascarilla, ayer.
Cientos de personas acudieron ayer a Julián Valverde, en donde era patente un relajamiento de las medidas sanitarias
La larga caravana de vehículos que se formó durante la mañana de ayer entre las rotondas de la urbanización Puente Romano de A Ramallosa y la de Santos Peralba daba fe del lleno vivido en el tradicional mercado de Sabarís que lunes tras lunes se celebra en la avenida Julián Valverde.
Que fuese el primero del mes de agosto y que el calor no castigase demasiado motivaron la afluencia de una cantidad considerable de personas, que en su gran mayoría llevaban sus mascarillas colocadas, sin embargo a simple vista era patente un relajamiento en las medidas impuestas para la nueva normalidad. Puestos literalmente pegados unos a otros, constantes estrechamientos entre los lugares de paso, la falta de gel hidroalcohólico y carteles informativos a disposición de los clientes en muchos puntos de venta, o las largas colas generadas en algunos de ellos hacían inevitable la formación de aglomeraciones de personas que se apelotonaban unas a otras en muchas zonas del trayecto. Y es que a simple vista, si se obviase el uso de elementos de protección de nariz y boca, no habría diferencias respecto a un lunes cualquiera de agosto de 2019.
Aunque cabe destacar que la gran parte de los feriantes respetaron las normas, llama la atención que algunos de ellos despachasen sin las mascarillas puestas, o que los más 'sociables' se atreviesen a  ofrecer muestras de su producto a los clientes. Un hecho que a priori no tiene por qué ser negativo si no fuese por el detalle de que prácticamente de manera involuntaria las reacciones se repetían de igual modo: personas sin los elementos de protección comiendo sobre el producto que posteriormente sería ofertado a otras personas, o incluso los que todavía saboreando toqueteaban piezas de queso o chorizo para comprobar su curado. Esta estampa difería de los que mantenían su género blindado con papel film y que como consecuencia de ello aglutinaban a una cantidad de personas mucho menor que en el resto. 

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