Naufragio en Mestalla
El Celta cae (3-0) ante el Valencia, en su peor partido de la temporada, flojo y dominado por los locales. Jugó buena parte del segundo tiempo con diez por expulsión de Cervi
En el duelo del ritmo, clave para los dos equipos, el Celta perdió. Y cuando quiso reaccionar, ya yendo por detrás, se quedó con un futbolista menos y murió al asumir riesgos. Segunda derrota consecutiva con la que irse al parón sabiendo que queda mucho por trabajar y que, cuando Aspas no marca, todo es muchísimo más complicado.
Eduardo Coudet y Gennaro Gattuso comparten sangre futbolística. Ese hervor interno que quieren transmitir a sus equipos. El movimiento pepetuo como deseo pero siempre tamizado por la necesidad táctica. Los dos sueñan con atacar y tienen pesadillas en su defensa. Sus futbolistas tienen que correr mientras piensan. Pero correr mucho para no dejar pensar al rival. Demostrar cada segundo que se quiere al balón más incluso que al resultado.
En ese duelo de planteamientos, lo cierto es que el Valencia fue más furibundo. Expuso más y presionó con más ahínco, consiguiendo más posesión y, con ella, más tiempo para mostrar sus argumentos ofensivos. Nada que desnivelase de forma descarada el partido, pero sí lo suficiente como para que el balón pasase más tiempo en el área celeste que en la che. Pese a que los errores en la salida debieron costar más caro a los valencianistas si los célticos hubiesen estado más acertados. Hasta tres pérdidas groseras que no supusieron herida en forma de gol porque los atacantes celestes carecieron de esa efectividad que ya faltó en el Metropolitano. Lo mejor, una falta directa de Aspas que exigió a Mamardashvili.
Con ese ansia por el robo en los 20 jugadores de campo, el pase era un riesgo. Y las faltas eran muy numerosas. Sufrió el Valencia en campo propio más que en el ajeno, curiosamente. Mientras que al Celta le sucedió lo contrario. El equilibrio se rompía por las bandas, desde donde llegaron los centros a la espalda de la defensa que inquietaron, a rachas, a un Marchesín que se centra en mandar en la portería y, por ahora, no asume que tenga que hacerlo en el área.
En un saque de esquina, Diakhaby ya dio un aviso más que importante con un balón al palo al recoger un balón suelto. Porque en el uno contra uno, el uno che siempre era más que el uno celeste. La jugada que movió el marcador tuvo el nombre propio de Samu Lino. Porque recibió y tiró una diagonal desde la derecha hacia la portería rival superando por velocidad y cuerpeo a los célticos que le fueron saliendo al paso. Su remate golpeó en Marchesín, pero el balón siguió en horizontal a la portería para ser rematado por Samu Castillejo, más rápido que los defensas célticos, a gol. Ese punto más de intensidad que estaba definiendo el duelo.
En un duelo de este cariz, el termómetro céltico debía ser Fran Beltrán. Y el de Seseña no tuvo, desde luego, el día. No por no querer, sino porque su reloj iba un par de décimas de segundo más lento que el de los rivales. Es un ejemplo, no una acusación.
Restaba la segunda mitad, por lo que aún había opción a que el partido cambiase y a que el esfuerzo físico realizado pasase factura a alguno de los dos contendientes. Pero el discurso futbolístico no varió un ápice en los primeros minutos, por lo que Eduardo Coudet realizó su cambio habitual: puso en el campo a Gabri Veiga y a su recurso ofensivo, Carles Pérez, sacando del campo a Beltrán y al recién recuperado Óscar Rodríguez, que pasó demasiado desapercibido.
Era el momento de dar un paso adelante, de aprovechar los espacios que el Valencia seguía dejando porque no había cambiado su diseño de partido. Pero todo quedó cortocircuiteado cuando, apenas tres minutos después, el equipo celeste se quedaba con diez jugadores. Franco Cervi asume la idea de presión como ley y se lanzó a intentar robar un balón a Correia, más que interesante lateral valencianista. Pero resbaló y no le dio tiempo a variar la trayectoria de su pierna más elevada, que fue a golpear con dureza al defensa local. No lo dudó González Fuertes porque, aunque la intención no era ésa, el final de la jugada era merecedora de roja.
Trató el Celta de mantener cierto halo de vida en el partido y, para ello, no podía recular pese a disponer de un argumento menos. Siguió intentando molestar en el campo rival, con el consecuente peligro en el propio. Pudo empatar, porque Larsen cazó de cabeza un buen centro en una falta lateral, pero Mamardashvili hizo la parada de la tarde. Y, claro, cada salida del Valencia era una oportunidad. Marchesín frenó un par de ellas, pero Marc André acabó por encontrar el camino para sentenciar el partido. El gol en el descuento de Almeida ya significó poco.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Oviedo 0 - 0 Celta
Directo | El partido entre Oviedo y Celta, minuto a minuto
Celta - Real Oviedo
Giráldez admite “corregir” la plantilla en enero
Fútbol | Primera Federación
Duelo de juventud al alza en Balaídos