Sobre el obispo Eijo y ’sus amigos’

Sobre el obispo Eijo y ’sus amigos’ Sr. A. Lago: Una vez que he releído su ’multipublicada’ carta contra el obispo vigués Eijo Garay, me ha sobrevenido un doble sentimiento: envidiar el infinito tiempo de qué dispone y lamentar mi contribución al rebrote de una posible obsesión ‘anti-Eijo’ que le prometo termina aquí.

Sobre el obispo Eijo y ’sus amigos’ Sr. A. Lago: Una vez que he releído su ’multipublicada’ carta contra el obispo vigués Eijo Garay, me ha sobrevenido un doble sentimiento: envidiar el infinito tiempo de qué dispone y lamentar mi contribución al rebrote de una posible obsesión ‘anti-Eijo’ que le prometo termina aquí. Gracias en todo caso porque su confusión en algunos datos históricos ha servido para poder dejar claro que el Sr. Patriarca: no era poseedor de grandes riquezas; que el templo de La Soledad nunca pudo ser de su uso exclusivo, porque no hubo absolutamente ninguna celebración litúrgica en él, hasta 1970 (Eijo muere en 1963); y que el ’majestuoso chalet’ en el que yo vivo como párroco no se lo regaló nadie, sino que lo compró él con su dinero a la familia Ulloa. Sobre lo de ’íntimo amigo’ de Franco y Mons. Escrivá, como usted mismo explica el alcance de tal amistad: aprobar y apoyar al Opus Dei, predicarle al General..., tendríamos mucho que matizar, porque yo entiendo ’la amistad’ por encima del hacer favores. En todo caso admitamos en paridad que, como obispo de Madrid-Alcalá (de 1923-1963) trabó también ’gran amistad’ con muchísimos intelectuales y ciudadanos sencillos, con Alfonso XIII, luego con incontables políticos de todo signo, con Franco y con don Juan de Borbón, además de con otros ’fundadores’ como el ahora san Pedro Poveda, al aprobar la Institución Teresiana, y con los de las religiosas del Divino Maestro, o de las Esclavas de la Virgen Dolorosa, o los iniciadores de las Semanas Sociales de España, y las Semanas Bíblicas... Fue un personaje, en fin, del que tan bien hablan muchísimos ’amigos’ fuera de aquí y en esta ciudad, ¡y usted empeñado en que aquí ‘la mayor parte de la gente mayor de Vigo tiene la misma opinión...’ (Supongo que desfavorable)!. Yo sin embargo, puedo decirle que ’es incontable el número de vigueses contemporáneos de Eijo que le quisieron y apreciaron de verdad’. Pero como estamos ante opiniones y afectos, mensure el mucho o poco cada cual, sin mudar para ello los datos de la historia.

Finalmente, aunque por referirse a mi carece de interés, el párrafo final de su última carta ejemplifica nítidamente su tendencia a mezclarlo (¿manipularlo?) todo. Al recoger la frase las ’Beatas del Rosario’ (frase suelta, que no título, de un artículo mío, en el que reclamo el reconocimiento de una mayor dignidad para la mujer, también en la Iglesia), deduce usted malévolamente y da a entender explícitamente que yo ataco o desprecio a las mujeres sencillas o a la devoción por el rosario, que yo mismo practico. Sepa, Sr. A. Lago, que ahí ha tocado hueso. Para quien juega sucio, yo no estoy.

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