Médicos del Mundo ve más exclusión social severa en Vigo tras la pandemia

Atienden a cien personas sin hogar y a usuarios de drogas, con desayuno y aseo, actividades educativas y salidas de calle

La coordinadora, de pie, y la trabajadora social con una usuaria.
La coordinadora, de pie, y la trabajadora social con una usuaria.

Médicos del Mundo atiende a más personas en riesgo de exclusión social severa tras la pandemia. El centro de día de esta ONG, situado en la calle Islas Baleares, recibía a una media de 60 usuarios diarios y ahora son 100. Son personas sin hogar y personas usuarias de drogas. Las necesidades son mayores porque además de alimentos y cosas básicas están detectando muchos más problemas de salud mental e intentos de suicidio. La saturación de los servicios sociales y sanitarios, unido a las dificultades de los usuarios para acceder a las citas, hacen que los pobres noten más este empeoramiento que vino tras la pandemia.

Uno de sus servicios es la atención a las necesidades básicas. Entregan desayunos todos los días de 9 a 12 de la mañana, formado por una bebida caliente, galletas, bocadillo, fruta y también incluyen cereales, alguna lata de conserva o leche cuando les llegan estos productos. Se nutren del Banco de Alimentos, aunque ahora bajó un poco esta donación, y también de lo que compran con recursos propios o de lo que aportan vecinos de la zona. Los usuarios hacen cola todas las mañanas y además del desayuno se llevan unas palabras amables. Tere, la técnica de apoyo, los conoce por su nombre.

El programa de necesidades básicas abarca también la ducha, la lavandería (tienen dos lavadoras, aunque una está averiada) y un aseo en el que muchos se afeitan.

Otro de los pilares es el programa educativo, en el que realizan actividades en el centro y en el exterior. Uno de los objetivos es reforzar la autoestima, estar en grupo y lograr que participen en iniciativas con personas de la calle. El Concello les proporcionó un huerto urbano, hacen rutas de senderismo, van a la playa en verano, visitan exposiciones, hacen pilares en verano en el Castro, tienen cursos de estimulación cognitiva y también de informática. Esto último es porque ahora está todo digitalizado, las citas médicas o con el trabajador social se piden por internet, y los usuarios tienen riesgo de quedarse al margen. Han tenido voluntarios que organizaron clases de historia, de microjardines o incluso de cine con pequeñas proyecciones.

El centro tiene un programa de mujeres en situación de calle. Reconocen que es más difícil llegar a ellas y que sufren más violencia. Por eso cuentan con espacios solo para ellas, estos días con un curso de yoga que imparte Nuria, una voluntaria.

Médicos del Mundo trabaja también a pie de calle. Recorren toda Galicia, sobre todo las grandes ciudades para saber cómo está la situación, pero se centran más en Vigo, donde ya tienen 18 rutas fijas, algunas nocturnas y otras diurnas. Son lugares donde se practica el menudeo, donde se reúnen consumidores o donde hay personas durmiendo en la calle para informarles de los recursos que tienen o para llevarles algo que necesiten, como una manta. “Intentamos que vayan a los servicios sociales, que participen en la red pública. Si no vienen les hacemos un seguimiento con regularidad”, explica la coordinadora, Andrea Nañez.

En las visitas de calle conocen la evolución del consumo mediante encuestas, en las que comprobaron que hay menos personas que se inyectan heroína y que la mayoría fuma cocaína (crack) por ser más barata y accesible. Esto les permite prevenir problemas de salud, ahora más bien de tipo cardiaco y pulmonares. La ONG es también un centro de reducción de daños, por lo que informan a los usuarios de los riesgos a la hora de consumir. En esta línea, tienen un convenio con el Concello y colaboran con la unidad asistencial Cedro, con la derivación mutua de usuarios y acompañamientos. Médicos del Mundo recibe ayudas del Concello, la Xunta y el Banco de Alimentos.

Tere: “Pasé de usuaria a trabajadora, aquí me dieron una oportunidad”

Tere fue usuaria de Médicos del Mundo, pero desde hace 14 años se pasó al otro lado, se convirtió primero en voluntaria y luego en técnica de apoyo. “Siempre me apoyaron, cuando necesité acompañamiento estaban ahí, ahora tengo un contrato y una vida estable aunque me cuesta llegar a fin de mes como a todo el mundo”, asegura. Preguntada por la llave para dar el salto, dice que se trata de que “te den una oportunidad y demostrar que vales” y explica que “cuando estás en el circuito vas al centro de drogodependencia, a los servicios sociales, cobras una ayuda y no te dan opciones de nada, a mí me dieron la oportunidad de empezar”. Tere trata de igual a igual a los usuarios y hasta les da caña cuando hace falta.

Pastora es usuaria desde hace una década. “Te ofrecen ayuda con papeles y con las citas, alimentos, cursos y ánimo cuando estás baja de moral”. Cobra una pensión no contribuiva de 480 euros y casi la mitad se le va en el alquiler de una habitación. Su mala salud le impide trabajar y aunque la Seguridad Social le paga las medicinas, a veces tiene algunas que son de pago. “Lo que me queda del sueldo es para comer y no llega, lo peor es que tengo que llevar una dieta estricta y no puedo comer pan blanco ni muchas cosas que nos dan aquí”. A las autoridades les pide viviendas sociales también para los que tienen menos recursos.

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