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La gente tira escombros y hasta muebles al monte

Gregorio Álvarez muestra un acebo en el lago del Monte dos Pozos que ardió en 2017 y ya está recuperado.
photo_camera Gregorio Álvarez muestra un acebo en el lago del Monte dos Pozos que ardió en 2017 y ya está recuperado.
 El monte de Valadares todavía se resiente de los graves incendios que rodearon a la ciudad en 2017 y que le dieron de lleno. Una de las consecuencias está siendo la caída de árboles en el Monte dos Pozos. “La falta de los pinos de alrededor, que ardieron en 2017, hace que no haya una barrera y los árboles del Monte dos Pozos se debilitan y caen” porque “la tierra sufrió mucho, llegó a temperaturas de 300 grados”, explica el presidente de la Comunidad de Montes, Gregorio Álvarez. En las semanas posteriores a los incendios se echaron 22 toneladas de paja en el monte para tratar de que las primeras lluvias no se llevaran la tierra ladera abajo, pero aún así la tierra se debilitó.
La Comunidad de Montes tiene dos trabajadores todo el año y cuenta con la colaboración de los planes de empleo del Concello y de la Xunta para completar su plantilla y poder mantener sus 300 hectáreas y tres grandes emblemas de la ciudad, los montes Alba, Cepudo y dos Pozos. El trabajo es mucho porque “es muy manual. Son montes de mucha piedra y no hay grandes extensiones”, explica el presidente de los comuneros.
En una primera ojeada al monte se ve mucho eucalipto incipiente. El experto explica que proliferan sin que nadie los plante y la mayoría está en propiedades privadas, muchas con escasa limpieza.
Ahora han firmado un convenio con la Xunta con una inversión de medio millón de euros que permitirá limpiar el monte y empezar a hacer nuevas plantaciones en septiembre. “Nosotros no paramos en el Covid porque somos servicios esenciales y seguimos trabajando”, explica Gregorio Álvarez, que considera que tres años después “aprendimos cosas pero se borra de la memoria de la gente como un ordenador cuando está petado”.
En este sentido explica los numerosos problemas con los que deben lidiar cada día, como la gente que tira escombro o muebles al monte, “en una ocasión nos encontramos con una empresa a la que habían pagado por llevar cosas al punto limpio y lo tiró en el monte”. También los desperfectos que causan los caballos sueltos, “gastamos unos 15.000 euros en daños, sin contar la mano de obra”, por ejemplo en plantaciones de árboles que destrozan, “hicimos una plantación de árboles que costó 2.000 euros y no dejaron ni uno, también rompen las vallas”, señala. Para evitarlo han seguido todas las recomendaciones que les han hecho, matricularse como monte libre ganado o intentar crear una hermandad de ganaderos, pero sin éxito. Luego están las motos que destrozan el monte.
Ahora están a la espera del Anillo Verde, una infraestructura de 50 kilómetros que rodeará la ciudad para evitar que el fuego avance hacia las zonas pobladas, “pero Concello y Xunta no se ponen de acuerdo”, precisa. n

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